Levantar la cara, fue lo que pidió Ricardo Ferretti apenas escuchó el último sonido del silbato.

El técnico de Tigres caminó hacia la cancha, comenzó a dar palmadas a sus jugadores y a extender la mano a los americanistas que se encontró en el camino.

Los elementos felinos poco a poco se replegaron, se alejaron de todo el movimiento del personal que colocó el templete para la premiación, de los contrarios, que adueñaron del círculo central de la cancha, de todo lo que pudiera significar algarabía y gozo.

Y cayeron sobre el césped. Algunos exhaustos por el esfuerzo, otros con la tristeza de la derrota, mientras el portero Nahuel Guzmán intentaba levantar el ánimo con gritos, aplausos, jalones a sus compañeros para romper ese momento de tensión.

Jorge Torres Nilo, Jesús Dueñas y Javier Aquino fueron de los que más tristeza y enfado mostraron al tenderse en el campo, ponerse en cuclillas, manotear y mover las cabezas en señal de desaprobación.

Y entonces apareció ante ellos el americanista Andrés Andrade, quien fue uno por uno a dar la mano a los subcampeones, incluso abrazó a Guzmán y a Rafael Sobis, los felicitó por el esfuerzo, les agradeció como rivales, mientras el resto de las águilas ya brincaba con sus playeras de ganadores.

Los de Tigres aguardaron la ceremonia de premiación, tuvieron sus medallas, y se retiraron con esa frialdad del perdedor, con la intención de salir de ahí de inmediato.

Y así lo hizo el francés André-Pierre Gignac, el primero en abandonar el vestidor y casi correr hacia el autobús, al fin de evadir cualquier petición de entrevista.

Casi al mismo tiempo se fue José Francisco Torres, quien ni siquiera estuvo en el banquillo, y 20 minutos después salieron los demás felinos, todos a casa, con ese sabor agrio de irse con las manos vacías.

POCOS Y RUIDOSOS
La afición de Tigres hizo su parte, aunque no invadió el Estadio Azteca. Apenas unos 500 seguidores del conjunto norteño ocuparon la cabecera sur del inmueble, pero rugieron durante todo el partido de la Final de la Concacaf Liga de Campeones.

Con el ingreso de los equipos a la cancha, comenzó el vendaval de cánticos de los hinchas visitantes, pues se habían mostrado pasivos y en silencio durante su llegada y en el calentamiento.

"Yo te sigo a todas partes, Tigres, cada día te quiero más", resonó en esa tribuna. "Tigueres, Tigueres".

La anotación de Tigres hizo que sus seguidores se encendieran y elevaran el volumen de sus gritos. Así durante media hora, porque la garganta se cansa y porque veían a los suyos mover el balón sin concretar el segundo tanto, que le hubiera dado el empate en el global.
 
Para el complemento, los hinchas visitantes recobraron el aliento pero el gol azulcrema al 68' cayó como auténtico balde de agua.

Por supuesto que comenzaron a volaron los vasos con líquidos hacia aficionados azulcremas que festejaban abajo, en una tribuna delimitada por la reja y el cinturón de policías, burlándose de los felinos.

Hubo alguno que otro intercambio de palabras, pero no pasó de ahí.

Ahí los aficionados felinos buscaron remar contra corriente pero con los cantos del local, se volvieron inaudibles.

Al final, muchos aficionados de Tigres abandonaron las gradas cuando todavía no terminaba el partido, pero la gran mayoría salió cuando concluyó el duelo, entre cánticos.