Arturo Macías cortó una oreja a un toro de regalo de la ganadería de El Vergel. FOTO: Juan Antonio Sosa

El nivel de la fiesta brava en la Monumental Monterrey sigue en declive. Ojalá que no sea en caída libre.

Siguiendo con la tendencia de débil promoción y ganado de baja calidad, el resultado de la corrida de este domingo fue muy pobre.

Tan pobre como la entrada registrada en la "Lorenzo Garza", menos de media entrada en sombra y un cuarto en sol, es decir cerca de 2 mil 500 aficionados, incluyendo al matador de toros en retiro, Eloy Cavazos, y al candidato a Gobernador de Coahuila por Morena, Armando Guadiana Tijerina.

La única oreja del festejo la cortó Arturo Macías, a un toro de regalo de la ganadería de El Vergel, en tanto que el español Miguel Ángel Perera salió con las manos vacías, al igual que la joven promesa hidrocálida, Luis David Adame.

Se lidiaron cuatro cinco astados de La Estancia, uno de Montecristo y un sobrero, de regalo, de El Vergel. Justos de presencia, sosos y escasos de bravura, fueron bien al caballo, especialmente el primero de Macías, que ocasionó dos tumbos al picador Ricardo Gaytán.

Perera se estrelló ante dos socios infumables. Aún así, se pegó un arrimón en su primero, al que con su poderosa muleta extrajo un par de tandas de derechazos largos y profundos.
Falló en la suerte suprema, para luego recibir una ovación desde el tercio. Ante su segundo poco pudo hacer, debido a la falta del burel.

Macías, por su parte, no alcanzó a conectar con el público como es su costumbre con ninguno de sus dos primeros enemigos. En ambos recibió un aviso y en su primero cuando bregaba con el capote en el tercio de varas fue empitonado sin mayores consecuencias.

El toro de regalo recibió un puyazo muy bajo. "El Cejas" logró hilvanar varias tandas de muletazos, principalmente por la derecha, ante un público ya aburrido por la evolución de la corrida. Dejó una muy buena estocada, de efectos retardados. Tras escuchar un aviso, el juez le concedió una oreja.

Luis David Adame, que hacía su presentación en la Monterrey, dejó constancia de su voluntad y valor. Logró templar en series hondas y artísticas por ambos lados a su enemigo, destacando en sus adornos un par de "Dosantinas", que previas a una estocada defectuosa le valieron una nutrida petición de oreja que no fue atendida.