Dos épocas, dos apellidos, se unieron el jueves en la plaza de tientas de Nuestra Señora del Pilar en la ganadería de Arroyo Zarco.

El arte del toreo fue el eslabón para que un par de tauromaquias de dinastía, cada una con su personalidad, convidaran a lo que puede ser una gran tarde en la Plaza México el próximo domingo.

La clase de los astados criados por Fernando Pérez Salazar fue el pretexto para que ambos toreros se prepararan, pero sobre todo... disfrutaran.

Guillermo Capetillo con una madurez que le da su veteranía, y la ilusión por regresar a la monumental tras tres años de ausencia, consiguió detalles de esos que se quedan en la retina.

Si la del domingo en la México es o no su última tarde, sólo lo sabe el propio torero capitalino que hace 37 años, motivado por la figura de su padre Manuel Capetillo, se convirtió en matador de toros.

Consciente del gran compromiso que tiene con la México, prefirió no hablar, sentenciando únicamente que lo hará en el ruedo.

Diego, nacido ocho años después de que Capetillo tomó la alternativa, espera tener mejor suerte que el domingo pasado.

"El público es muy respetuoso conmigo y exige como debe exigir. Estoy consciente que está esperando, como yo, que salga el toro que me permita expresarme como ya lo he hecho en la México", aseveró Silveti.

Su padre David fue un gran amigo de Capetillo.

"Torear con Guillermo es torear con uno de mis ídolos, toreros a los que he admirado para después tratar de ser como ellos, un hombre que me cargó y al que ahora acompañaré en una tarde especial", reconoció Silveti.