Este viernes empieza, oficialmente, el correspondiente inflado del mundialista globo tricolor.
Mientras el futbol mexicano sigue exhibiendo sus lastimosas peculiaridades, el más suculento de sus productos vuelve a ser generosamente ofrecido para su multitudinario consumo.
Lo de menos es lo que pase en la Liga MX o con alguno de sus agremiados, porque lo de más es el negocio... y para negocios el Tri.
No importa que en Veracruz, por ejemplo, a la aberración que implica el poder obtener con lana en la mesa lo que no pudo ser obtenido con futbol en la cancha, se le añada (con los debidos vericuetos legales y reglamentarios), la incertidumbre de a quién le pertenece el equipo, o le pertenecerá en dos meses.
Si esas enmarañadas aguas en que nadan los famélicos Tiburones dibujan una estampa más de las tradicionales curiosidades inherentes a nuestro futbol, en esencia éste sigue prevaleciendo como negocio, porque sólo así es entendido por quienes lo manejan. Y si de negocios se trata, la Selección Mexicana es garantía y sustento, indispensable alimento.
Ahora le toca a Gerardo Martino ayudar a revitalizarlo, a venderlo a mayores alturas produciendo mejor futbol.
Para conseguirlo, la misma sensatez mostrada por Martino desde su presentación fue ratificada en su primera convocatoria, y ahora sólo resta esperar esa misma congruencia al momento de elegir, acomodar y proveer de las necesarias herramientas colectivas a los jugadores que decida poner en la cancha.
Pasa a segundo término dilucidar si era o no este prestigiado entrenador argentino el director técnico idóneo para la Selección Mexicana. Lo que ahora importa -en cuestiones tricolores- es que inicia esta "era Martino" con el partido ante el máximo representante del balompié chileno, encargado en su momento de propinarle al "equipo de todos" -tradicionalmente explotado por unos cuantos- la mayor zarandeada en su historia.
A ver cómo empieza la que a partir del viernes se escribe.
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