Mañana juegan los primeros 90 minutos de la Final los dos equipos que supieron instalarse en ella.
Son incuestionables los merecimientos del Toluca y el Santos Laguna para estar instalados en la última instancia del torneo. A ella, ambos llegaron por distintos caminos, pero con sobrados argumentos.
El Toluca, porque sin duda alguna ha sido el mejor equipo a lo largo de 21 jornadas.
El que mejor ha jugado y más consistente ha sido en su desempeño.
Y el Santos Laguna, porque se ajustó mejor que los demás a una regla no escrita, pero sí ineludible para quien busca el título: elevar el nivel de juego en la Liguilla.
Afuera quedaron los equipos que no entendieron la importancia de ofrecer las mejores actuaciones en los partidos cruciales, y en la Final están quienes sí lo hicieron.
Y mientras toluqueños y laguneros se disponen a dirimir dentro de la cancha quién se queda con el ansiado título, fuera de ella el descaro sigue siendo el principal rasgo de la gente de pantalón largo.
Con alarmante impunidad (como si fuera del futbol no hubiera suficiente), los federativos siguen manejando a su antojo el asunto del ascenso, firmes en la convenenciera terquedad de no permitirles a los Cafetaleros de Tapachula lo que a pulso se ganaron en las canchas: jugar en Primera División.
Ateniéndose a sus propios "reglamentos" unilaterales, atentan contra el espíritu deportivo quienes toman sus decisiones nada más porque así les da la gana; aunque se refieran a "reglas previamente establecidas", pero nunca aceptadas por los actuales campeones de la División de Ascenso, ni por varios competidores más.
Para negociar por otro lado esa apetecible franquicia de Primera, los inefables dueños de nuestro balompié inventan uno y otro pretexto para impedir el ascenso de quienes lo merecen porque se lo ganaron con su futbol.
Por un lado la Final... y por el otro la falta de principios.
Nunca ha sido lo suyo.
Twitter: @rgomezjunco