En manos de Belichick

José Pablo Coello
en CANCHA


La larga espera para que se ponga en marcha el Super Bowl LII está por llegar al final. Atrás quedaron las cuatro intensas jornadas en que entrenadores y jugadores han tenido que verse las caras con cientos de representantes de los medios de comunicación, al tiempo de buscan mantener la concentración de cara al partido del próximo domingo. Y aunque hay una larga lista de temas que han dominado la

conversación en las últimas horas, me parece que lo más relevante ha sido la pregunta que muchos nos hacemos cada vez que analizamos una nueva aparición de los Patriotas en el duelo por el título: ¿cuánto tiempo más podrá Nueva Inglaterra mantenerse como una organización de excelencia?

Para mí, la respuesta es muy sencilla. Todo depende de Bill Belichick. Hace poco más de 18 años, Robert Kraft hizo una apuesta arriesgada, y contra la opinión de muchos de sus colegas dueños en la NFL, le entregó el control deportivo de su franquicia a un hombre talentoso y con mucha experiencia como asistente, que, sin embargo, había terminado con más pena que gloria su gestión como entrenador en jefe al frente de los Browns.

Los resultados llegaron muy pronto y en su segunda campaña, Belichick le dio a los Patriotas el primer título de su trayectoria. El próximo domingo, el enigmático entrenador en jefe disputará su octavo Super Bowl y buscará su sexto anillo de campeón en apenas su décimo octava campaña al frente del equipo.

En una liga con tope salarial, agencia libre y un proceso de reclutamiento que busca la equidad de fuerzas, lo hecho por Belichick es extraordinariamente inusual y notable. Sus equipos siempre se han mantenido un paso adelante de la competencia, gracias a su capacidad para adaptarse, una y otra vez, al cambio y a las circunstancias adversas. Belichick ha ganado con defensivas dominantes, con ofensivas explosivas, con diferentes grupos de asistentes y hasta con varios mariscales de campo cuando Tom Brady ha estado ausente.

Y en lo que, quizás, sea la muestra mas contundente de su capacidad, una larga lista de asistentes, jugadores y ejecutivos, han abandonado Nueva Inglaterra para intentar, infructuosamente, triunfar en otras organizaciones. De la misma manera, Belichick ha sido capaz de convertir en figuras a quienes otros equipos habían desechado.

Tomando en cuenta su edad, los logros acumulados y la tensión generada en su relación con Brady y Kraft, no sería raro que su gestión al frente del equipo estuviera cerca del final.

Si la transición es suave y ordenada, con Belichick diseñando un plan de sucesión, los Patriotas podrían mantenerse durante muchos años más como un equipo de élite. Sin embargo, si Robert Kraft se equivoca y se presenta una ruptura, los resultados podrían ser desastrosos.

 
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