Durante su partido frente a Argelia de Octavos de Final del Mundial de Brasil, refiere Philip Lamm que llegó un momento en el que se veían desconcertados unos jugadores a otros sin saber qué estaba sucediendo.
En Porto Alegre, con una temperatura mucho menos calurosa que la de su partido anterior frente a Ghana, los argelinos estaban interrumpiendo los pases de la media cancha alemana, los estaban apretando en medio terreno, y sólo porque Manuel Neuer sabía jugar adelantado, logró que el rival no se pudiera en ventaja gracias a sus salidas en el mano a mano.
El partido se fue a tiempo extra y el cansancio de los argelinos, que tenían que corretear el balón que los alemanes mantenían en posesión, fue el punto determinante para ganar el partido.
Si eso le sucedió al futuro campeón del mundo, quiere decir que a cualquiera le puede suceder: es una situación del futbol.
Ese día en que las cosas salen mal, en los que la desconfianza se incrementa a cada intento fallido sin saber por qué falla lo intentado tantas veces, lo tenemos todos de vez en cuando.
Cruz Azul lleva tiempo viviendo algo que a los alemanes les duró sólo unos minutos.
En La Noria y, sobre todo, en el Estadio Azul, todos voltean a verse las caras con una gran interrogación en la mirada, ¿qué es lo que está pasando ahí?
Las jugadas de gol falladas frente a Querétaro, el balón desviado por Roco hacia su portería otra vez a pocos minutos del final igual que hace quince días, que hace dieciséis semanas, que hace dieciocho meses, que hace veinte años, son el sello de una fatalidad consuetudinaria imposible de explicar con tantos nombres de jugadores, directivos, entrenadores y asesores que han pasado por ahí sin poder resolver una enfermedad ya histórica.
Como lo que sucede hoy no se puede explicar como tendencia del pasado, algo tiene que suceder.
Se anuncia un coaching, se ha utilizado sicólogo en otros momentos, hasta una bruja se plantó por voluntad propia y éxito publicitario en La Noria exorcizando de fantasmas futboleros al lugar.
Cruz Azul tiene la campaña perdida, sólo el Atlas tiene menos puntos -lo que es mucho decir- y su desempeño, su suerte y su energía indican que nadie puede tomar la responsabilidad de tirar bien un penal, de no cometer suicidio futbolero cerca del final, de que el rebote sea a favor y de que la despedida del Azul sea un poco mas digna de lo que es hasta ahora.
El último técnico que hizo campeona a La Máquina fue a arrebatarle, necesitado, los tres puntos de este fin de semana.
Alemania resolvió aquel partido con fondo físico y calidad. Esfumó rápido su pesadilla. Cruz Azul no sabe todavía qué está pasando, y tampoco cómo resolverlo.
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