Tras la inicial incertidumbre, ha resultado positivo el primer tramo de Gerardo Martino como director técnico de la Selección Mexicana.
Si al momento de contemplar las distintas alternativas no parecía ésta la mejor de ellas, el flamante técnico tricolor poco a poco se ha encargado de exhibir las cualidades que ya lo distinguían y que llevaron a los altos mandos de nuestro futbol a tomar esa importante decisión.
Más allá del simplista "nacionalismo" mal entendido (pensar que la Selección es algo así como la Patria y que por lo tanto no debe ser dirigida por alguien nacido fuera de los mexicanos lares), candidatos como Matías Almeyda, Miguel Herrera, Ricardo Ferreti, Antonio Mohamed o Víctor Manuel Vucetich se antojaban como mejores opciones; no necesariamente por superar a Martino en cuanto a capacidad como directores técnicos, pero sí por su incuestionable mayor conocimiento del futbol mexicano, de sus jugadores y de su entorno.
Después, la indiscreción cometida por un futbolista (Marcone, no sólo indiscreto sino tal vez también impreciso en sus afirmaciones con respecto a la "intención naturalizadora" de su paisano) parecía ofrecer malos augurios para la nueva gestión.
Sin embargo, paulatinamente ha logrado Martino aclarar el panorama; antes que nada, con la sensatez y transparencia manifestadas en sus declaraciones, en una de las cuales ya se encargó de enfatizar que su primer y muy lógico paso será el de observar a profundidad con qué material netamente mexicano cuenta.
Además, con su encomiable empeño en empaparse lo más pronto posible del balompié azteca; visitando las distintas plazas, platicando con diversos jugadores y con cuanto personaje siente que puede aportarle algo.
Gran parte del incipiente aprendizaje puede vislumbrarse en la elaboración de su primera lista de convocados, de esos futbolistas con los que iniciará formalmente esta nueva y prometedora etapa tricolor.
A ver si así sigue.
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