Nuestro Clásico

Mario Castillejos
en CANCHA


Como alguna vez lo detalló Juan Villoro, el aficionado al futbol hace que la pasión no dependa de los récords, sino de la fantasía.

Sí, de esa apasionante fantasía que siempre aguarda a ser demostrada. El optimismo no tiene nada que ver con la evidencia, porque cuando un regiomontano, por ejemplo, se inclina por un favorito entre Tigres y el Monterrey, su deseo lo termina

sobornando.

Y eso es lo maravilloso de los sueños, la posibilidad de crear lances a la medida, de experimentar situaciones que posiblemente jamás veremos, de cambiar la dirección de un partido que nos dejó insatisfechos. El aficionado al futbol se dice que está condenado a recordar la tercera parte de lo poco que ha leído, la mitad de lo mucho que le han platicado, pero el 100 por ciento de lo que siente.

Por más increíble que parezca, el hincha que trae tatuados los colores de su equipo invariablemente padece autismo frente a la derrota.

Una rivalidad como la del Clásico Regio que ya pasa los 40 años, la vivimos en presente, pero sólo la podemos entender en pasado.

El jugador de este milenio no se parece en nada al de hace 30 años. Y aunque todos dicen venir de la clase obrera, los de hoy ya perdieron los rasgos de la clase obrera que conocimos.

El periodista César Vargas, en su "ópera prima", "Clásico Regio, 40 años de Pasión", nos detalla una peculiaridad de los héroes de aquel entonces: "Aquella tarde, Alejandro Izquierdo y algunos de sus compañeros llegaron al estadio en camión de ruta; mientras los Rayados, que se habían concentrado en un hotel, llegaron en autobús privado".

"Vivía detrás de la Prepa 1, salí a la Avenida Cuauhtémoc para tomar un Ruta 14 y llegar al estadio", rememora Izquierdo en alusión al Clásico 1.

Así fue el debut de Álex en Primera División, marcando de manera impecable al consagrado Nilo Acuña. La nota que publicó EL NORTE al día siguiente decía: "Nace nueva estrella: Alejandro Izquierdo".

A lo largo de todos estos años, 286 futbolistas Rayados han enfrentado a 315 Tigres. El nombre de los sublimes siempre ha estado y estará vigente en la historia.

Pero por unos segundos enaltezcamos a los otros. A esos que la historia poca tinta ha gastado en sus nombres. Aquellos que, como Batocletti, "Bahía", Boy o Arellano, también salieron a romperse el alma en algún Clásico, pero que el destino los privó del reconocimiento.

Apellidos como Valadez, Bandala, Navarro, Ruiz, Garibaldi, López, Colchado, Leal, Mora, Aranda, Rocha, Incapié, Fuentes, Villalobos y muchos otros fueron tan necesarios que, sin ellos, las figuras nunca hubieran brillado.

Tan necesarios como los espacios entre estas palabras que sólo pretenden recordarlos. Porque sin ellos, el Clásico Regio tampoco sería lo que es hoy.

Lo escrito, escrito está.

 
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