En las últimas semanas el "Tuca" Ferreti ha tenido grandes motivos para sonreír y lo ha hecho como nunca.
Y no es para menos, su trabajo le está dando frutos, se arriesgó con la Selección Mexicana y le fue bien, sus Tigres que llegaron a 22 puntos, y pese a que todavía faltan cuatro partidos para la culminación de su fase regular de nuestra Liga, ya podemos considerarlos con un pie y medio
en la Liguilla.
Ayer el Pachuca llegó al Estadio Universitario con tintes de visitante incómodo y dio muestra de ello.
El gol tempranero que le dio a los felinos la ventaja en el marcador a la vez los inundó con una soberbia futbolística que pudo haberles hecho daño, curioso que eso suceda en un equipo dirigido por Ferretti.
Con el golazo de Gignac las cosas parecían que tomarían un curso ideal para los locales, pero los jugadores felinos lo tomaron como un gran motivo de relajación, grave error.
Los jóvenes Tuzos, empujados por la necesidad, empezaron a generar oportunidades de gol y hasta tuvieron un claro penal a su favor no señalado por el árbitro, de esos errores que ya se hicieron comunes en nuestro arbitraje.
Si en algunos partidos jugados tuvimos motivos para criticar a Gignac por sus errores frente al arco rival, ayer el francés nos invitó a aplaudirlo.
Si bien es cierto que en cuestiones colectivas su participación fue algo discreta, en lo individual se vistió de matador y cumplió cabalmente como hombre de área.
Lo que me pareció demasiado y hasta en fuera de lugar fue el castigo a Jiménez luego de haber cometido el error que resultó en el gol de Pachuca.
El "Tuca", al sacarlo de esta forma, lo evidenció de una manera poco respetuosa.
Cuando la "cajetea" Juninho o Nahuel, que lo hace muy seguido, no vi al señor Ferretti tomar una medida tan exagerada como lo hizo con el joven canterano, eso muestra lo que pesan las jerarquías.
Volviendo al juego, creo que el 2-1 final hizo justicia y no porque Tigres dio un gran partido, simplemente porque logró ser mas efectivo que su rival y eso tiene su mérito.
CON SABOR A VICTORIA
En un partido en que el Monterrey caminó por mucho tiempo de manos con la derrota es entendible que un empate de último minuto sepa a victoria.
Los Rayados regresan a casa con 17 puntos y obligados a ganar 7 o 8 puntos de los 12 que restan por disputar para tener algo de esperanza de calificación, una difícil misión para su pobre futbol.
Pero siempre es esperanzador recordar que estamos en la Liga de los milagros.
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