¿Cuánto tiempo más?

Carlos Bianchezi 'Careca'
en CANCHA


En mi resumen de lo que fue el Torneo Apertura 2015 encontré muchos motivos que fueron merecedores de mis más sinceros aplausos.

Pero como siempre sucede, también estuvo presente el viejo problema que para algunos intereses muy particulares parece ser necesario, pese a que siempre afecta de forma dramática a algún equipo.

Un problema que sigue requiriendo atención, pero por un

motivo u otro no es atendido como se debe, pero de eso hablaré en mi próxima columna.

La Liga MX en su versión Apertura 2015 se me hizo atractiva desde su inicio, y no porque arrancaron enseñando un futbol excelso y tácticamente perfecto, fue precisamente la cantidad de goles de todos sabores y colores, la tarjeta de presentación perfecta de esta edición liguera.

Para la Jornada 6 estábamos tocando el promedio de 3.4 goles por partido, una marca que me impresionó y que llamaba la atención de los aficionados conocedores, desconocedores y de la prensa en general.

Pasando la mitad de la competencia veíamos algunas gratas sorpresas jugando bien al futbol y plantándose entre los primeros de la tabla, mientras que otros, candidatos naturales al éxito, ahogándose entre la presión provocada por la obligación que les imposibilitaba encontrar un futbol acorde a su potencial.

Luego de 17 jornadas promediando un aceptable nivel futbolístico, muchísimos goles y un cardiaco cierre que involucraba a casi todos participantes, se me hizo que atestiguamos la tan esperada justicia deportiva.

Los equipos que lograron estar entre los ocho de la tabla general fueron merecedores de la distinción de formar parte de la Liguilla.

Para mí, las "supuestas potencias futbolísticas", como el Monterrey y el Cruz Azul que se armaron hasta los dientes para luchar por el título de campeón, fueron las mayores decepciones, verdaderos e indiscutibles fracasos.

Luego de divertirme con la fase regular, que cumplió cabalmente con mis expectativas, tuvimos una Liguilla que para mí fue algo decepcionante y hasta desesperante en algunos casos.

La justicia deportiva de la fase regular desapareció en la Liguilla, ya que abundaron los errores arbitrales que decidieron partidos, castigó a inocentes y nombró a un finalista sin merecimientos, los Pumas, para ser más preciso.

Afortunadamente dentro de la oscuridad que generaron las injusticias arbitrales brilló la luz de un Tigres campeón con todos los méritos a quienes felicito sinceramente.

Seguiré soñando con modificaciones al reglamente arcaico de nuestro futbol, como la utilización de la tecnología para revisar jugadas polémicas con el afán de tratar de evitar que los partidos de futbol sigan siendo decididos por un silbatazo equivocado o malintencionado.

¿Cuánto tiempo más creen ustedes que eso sucederá?

 
 
careca@elnorte.com
Twitter:@krek9