Espera a Luis Suárez una Final muy especial

Homero Fernández
en CANCHA


Cuando terminó el partido por el Mundial de Clubes ante el Guangzhou de China, Luis Suárez comentó que cuando era niño madrugaba para ver este tipo de partidos y que ahora le parecía un sueño estar viviéndolos.

Hubo un partido que al goleador le hubiera encantado ver, pero era apenas un bebé de 10 meses cuando en 1988 Nacional de Montevideo, el club donde se inició, ganaba por tercera vez

la entonces Copa Intercontinental. Hacía ocho años que el torneo se jugaba a un solo partido en Japón.

Fue una de las Finales más dramáticas. Frente al equipo uruguayo estaba el campeón de Europa, el PSV Eindhoven, con todas sus estrellas que incluían a Romario y Ronald Koeman. Era la base de la Selección holandesa, entonces campeona europea, y Guus Hiddink el entrenador.

Los 90 minutos terminaron 1-1, con goles de Santiago Ostolaza (Cruz Azul, 1989-92) y Romario. A 10 minutos para el final de la prórroga, Koeman puso el segundo. Los holandeses festejaban el campeonato pero en la última jugada del partido Ostolaza empató de cabeza. Llegaron los penales. ¡Se ejecutaron 18! El portero de Nacional atajó 4. Ambos equipos tuvieron opciones de ser campeones con solo convertir un penal, pero no lo lograron hasta que el uruguayo Tony Gómez pudo colocar el 7-6.

Fue una gesta agónica, de sufrimiento y con lucha, como le gusta al 9 del Barsa.

Con su histórico "hat-trick" ante el Guangzhou, Luis Suárez demostró que su calidad se acentúa en los momentos difíciles. Hay ejemplos en partidos de la Champions y de la Liga. Ahora ante la ausencia de sus socios goleadores, Messi y Neymar, dio un paso al frente no solo en beneficio de su equipo sino también de su propia identidad.

Después del Mundial es su primera participación en un torneo organizado por la FIFA, que en una desmedida suspensión lo ha marginado más de dos años con su Selección aunque incomprensiblemente pueda jugar en el Barcelona.

Por eso, quienes conocen a Suárez saben que mañana ante el River Plate él se juega mucho más que la Final del Mundial de Clubes.

No será tan fácil como ante los chinos. Tendrá enfrente a uno de los Clásicos equipos argentinos dispuesto a escribir también su historia, después de casi 20 años sin una Final de este tipo. Otro ídolo uruguayo, Enzo Francescoli, como dirigente riverplatense lo estará viendo con otros lentes desde la tribuna.

Desplazado del podio por el Balón de Oro, supuestamente por la poderosa mercadotecnia de Cristiano Ronaldo, Suárez puede convertirse mañana en el jugador más valioso del torneo si su equipo se corona campeón y él se reafirma como goleador. Un reconocimiento que le quedaría a la medida.

Detrás de él no solamente estarán empujándole los millones de simpatizantes culés, sino también los hinchas de Nacional que intentarán revivir, a través de su ícono más famoso, la emoción de aquella conquista de 1988.

 
 
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