Los Tigres y el Monterrey jugaron ayer el "primer tiempo" de la Final de la Liga de Campeones de Concacaf.
En el Estadio Universitario se llevaron a cabo esos primeros 90 minutos, para que el próximo miércoles se juegue el resto y salga el "regioconcakafkiano" campeón del estadio de los Rayados.
Si este primer partido de la histórica Final cumplió o no con las elevadas expectativas generadas por el enorme potencial de ambos equipos, lo sabrán quienes distingan el buen juego... y lo hayan visto después de que estas líneas están siendo escritas.
Y sabrán, también, si el comportamiento de los aficionados regiomontanos dentro y fuera del estadio fue o no el adecuado, si la acérrima rivalidad se manifestó solamente en el lugar donde debe manifestarse, en la cancha, o si la trascendió y en qué medida.
Lo que de antemano no deja lugar a duda alguna, es el especial atractivo que tienen este tipo de enfrentamientos de ida y vuelta para dirimir quién avanza en determinada instancia, o se corona en la última.
Muy distinto es el partido semanal con tres puntos en disputa, que el duelo de 180 minutos -o más- en sendas canchas, del que sólo un equipo sale airoso.
Es en esos duelos de eliminación directa donde suelen acrecentarse los grandes equipos, porque el mejor futbol aflora cuando no hay mañana; juegas como sabes hacerlo para seguir jugando, o en algo fallas para quedarte en el camino.
Son partidos en los que los mejores futbolistas se distinguen de los regulares... y los cracks de los mejores.
Encuentros cruciales en los que van forjándose las figuras o desvaneciéndose las promesas.
En eso radica, por poner el más claro de los ejemplos, el reto del actual León, incuestionablemente el mejor equipo en lo que va del Torneo de Clausura 2019, pero con la obligación de confirmarlo en la Liguilla, mucho más corta y mucho más importante, que inicia en dos semanas.
Una Liguilla que se convierte en un torneo distinto, aunque no tanto como para pensar que los ocho equipos que lo jueguen "parten de cero".
Como para nada pueden desdeñarse el magnífico futbol, el impresionante paso del conjunto esmeralda y su increíble récord (¡12 victorias consecutivas!), su condición de principal candidato al título es irrefutable.
En cualquier ida y vuelta cerrando en su cancha, el León lucirá como favorito ante cualquier adversario.
Si en esos partidos cruciales cumple con el objetivo primordial de seguir jugando como ha jugado, a este León no le preocupará gran cosa si es o no es como lo pintan... porque pinta para campeón.
¿Quién se apunta para impedirlo?
¿El América?, ¿el Cruz Azul?, ¿el equipo regio que el próximo miércoles se convierta en campeón de la Concacaf?
¿O el otro?
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