En México y en todos lados pocos equipos alcanzan el nivel adecuado; ya no digamos el óptimo.
En términos generales hay un insuficiente aprovechamiento del material futbolístico que cada plantel tiene.
Abundan los casos de equipos cuya cantidad y calidad de sus individualidades no se refleja cabalmente en el juego desplegado en la cancha.
Si el asunto fuera solamente de planteles, nadie podría siquiera competirle al actual Barcelona, o a la Juve, al Real Madrid, al PSG, al Bayern Múnich, al Manchester City. O en el futbol mexicano a los Tigres, al América o al Monterrey; y sin embargo acá y allá los respectivos adversarios les compiten.
Porque no es una simple cuestión de suma de individualidades, sino de la medida en que éstas logran conectarse para alcanzar o no la debida eficiencia colectiva.
En los grandes equipos de partido a partido y de entrenamiento a entrenamiento van estableciéndose las necesarias conexiones, las revitalizadoras "sinapsis futboleras" que al generarse propician el pleno florecimiento de cada jugador y del desempeño colectivo.
Muchas veces es sólo instintivo el elevado nivel de entendimiento alcanzado entre determinados jugadores, pero entre mejor trabaje un equipo, más propicio será el campo para el surgimiento y desarrollo de esas productivas y futboleras conexiones.
A fuerza de jugar juntos y de compartir una y otra vez diversas circunstancias en diferentes partidos, van consolidándose los equipos que son realmente capaces de funcionar como tales.
Así como en la vida y en la cotidiana convivencia pueden establecerse o no los adecuados lazos -de amistad, de amor, de respeto-, en la cancha pueden crearse o no esos otros lazos futbolísticos también invisibles pero muy efectivos.
Gracias a sus muchos años en el Barcelona, Lionel Messi ha elevado a tal grado su incomparable nivel de juego y ha destrozado cuanto récord le ponen en frente; y así como él, cualquier futbolista incrementa sus probabilidades de alcanzar su óptimo desempeño en la medida en que permanece en un equipo.
Asimismo, al generarse ese deseado círculo virtuoso cualquier equipo amplía su potencial de crecimiento entre más jugadores plenamente florecidos tiene entre sus filas.
Más jugadores durante más tiempo en un equipo, generan las condiciones para que éste alcance la mayor eficiencia colectiva posible; y entre más elevado sea ese grado de eficiencia en el juego de conjunto, más propicio será el terreno para el cabal desarrollo de cada futbolista. El rendimiento individual y el colectivo inexorablemente entrelazados.
En México y en todo el mundo los mejores equipos han sido los que han sabido generar y fortalecer ese idóneo círculo virtuoso.
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