"Todo el mundo tiene problemas y el futbol termina siendo el psicólogo más barato". Diego Forlán.
Los 37 goles marcados en los primeros 11 partidos rápidamente nos hicieron olvidar que el tema musical "We Are One (Ole Ola)" -ausente de samba e interpretada por la petaconcita J.Lo- no es tan pegajoso como el "Waka Waka" de Sudáfrica 2010 o, incluso "La Copa de la Vida" de Ricky Martin en Francia 1998.
Pero la magia del gol también borró de los tabloides las manifestaciones inconformes con la organización mundialista.
En la tierra del "juego bonito" se confirma partido tras partido, y sin excepción, que el futbol aún tiene ese extraño don de iluminar el mundo.
En lo que va del torneo, resalta la nueva fisonomía del conjunto brasileño, que, sin perder su tradición ganadora, se distanciaron del futbol arte.
Los italianos, en cambio, optaron por renunciar a su emblemático "catenacho" y conectaron el 89 por ciento de los 679 pases que intentaron, donde el maestro Andrea Pirlo, con 35 años, aportó 103.
Del otro extremo de la efectividad, Holanda simplificó al máximo la tenencia de la pelota, delegando su juego en Van Persie, Sneijder y Robben, para con apenas 317 envíos avasallar a España.
Pero también le debemos agradecer por este trepidante inicio a esos jóvenes que, sin llegar a Brasil con la fama de Messi o Cristiano Ronaldo, como es el caso del lateral inglés Raheem Sterling (19 años), oriundo de Jamaica, pero educado en las inmediaciones del estadio de Wembley.
O a su compatriota, el delantero centro Daniel Sturridge, que, junto al costarricense Joel Nathaniel Campbell (21 años, 35 partidos internacionales y 11 goles con su selección, el último contra Uruguay), han reivindicado lo que antes de iniciar pintaba como una mofa netamente comercial.
La contundente exhibición que mostraron los seleccionados mexicanos frente a Camerún, aparte de alimentar las esperanzas de los más pesimistas (me incluyo), también logró cambiar los momios de las casas de apuestas y, sin aún jugar contra Brasil y Croacia, ahora ponen al Tri en la siguiente fase.
Sin lugar a duda, la nota polémica se la ha llevado el arbitraje. Aunque a favor de los silbantes tenemos que aceptar que la tecnología igualmente debutó traicionando a las cámaras de televisión.
Y si en el autogol decretado al portero Noel Valladares no hay una toma televisiva que avale el veredicto de las infalibles computadoras, yo pregunto: ¿cuántas veces hemos linchado a los árbitros sin merecerlo?
PD: En Uruguay 1930, cuando Francia caía frente Argentina por 1-0, el árbitro Almeida Rego pitó el final faltando seis minutos por jugar.
"Existen pocas novelas de futbol porque el futbol es una novela". Juan Villoro.
Lo escrito, escrito está.
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