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La Dominguera
San Cadilla | 22-06-2014
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Los juegos del odio

Josip Simunic se regresó del vestidor y se robó el micrófono en el Estadio Maksimir, de Zagreb. Ya no traía su camiseta de cuadros rojos y blancos, pero aún sudaba. Hacía apenas unos minutos habían vencido 2-0 a Islandia y logrado la clasificación a Brasil, aquel 17 de noviembre del 2013.

"¡Za dom (por el hogar)!", exclamó el zaguero de 35 años.

"¡Spremni (listos)!", le respondió una multitud enardecida.

Lo hizo otra vez, una más y hasta una cuarta, mientras levantaba la mano izquierda en la que empuñaba una playera del equipo rival que había intercambiado.

Josep Blatter no se tentó el corazón. El emperador de la FIFA dispuso 10 partidos de castigo para Simunic y una multa de 24 mil euros.

"No tiene sentido luchar contra esto con multas", dijo.

Este acto le costó al líder y más experimentado defensa de Croacia no asistir al Mundial 2014. Bienvenidos a los juegos del odio.



LOS USTACHAS

"Un ustacha que no puede sacar al niño del vientre de la madre con una daga, no es un buen ustacha".

Ésta fue la filosofía de Ante Pavelic, el líder que fundó en 1930 esta organización terrorista que, basada en el racismo religioso y en la creencia de una supremacía étnica, buscaba la separación croata de la entonces Yugoslavia.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, los ustachas se aliaron a los alemanes formando el Estado Independiente de Croacia (NDH), que incluía los actuales territorios de Eslovenia y Bosnia-Herzegovina.

Se estima que en ese periodo bélico mataron a un millón de personas, entre judíos, serbios y gitanos, en 25 de sus propios campos de concentración y con la mayor barbarie que se pueda imaginar. Los nazis parecían principiantes a su lado.

En 1945, los ustachas fueron derrotados por el Ejército Rojo, y a Croacia la volvieron a anexar a Yugoslavia, pero el odio racial entre croatas y serbios ya se había acrecentado.

El "¡Za dom!" de Simunic, era el mismo grito que usaban los ustachas antes de la batalla y de cometer algunos de los actos sangrientos más deleznables de la historia. Por eso, FIFA no se tentó el corazón.

"Lo hice por amor al pueblo y a la patria, no en el odio o la destrucción", se justificó el zaguero.



LA PODEROSA YUGOSLAVIA

La Selección de Yugoslavia comenzó a participar en los Mundiales desde 1930, pero estaban integrados por jugadores serbios, pues los croatas se negaban a defender esos colores. Pese a eso, fueron cuartos en la primera justa mundialista.

Durante el corto periodo en la Segunda Guerra Mundial que fueron independientes, Croacia jugó algunos amistosos, pero al integrarse a Yugoslavia no tuvieron de otra.

A partir de ese momento, en un lapso de casi 50 años, el equipo yugoslavo se ganó el respeto del mundo del futbol.

"En un espacio de dos años, a principios de los 60s, ganaron el Oro en Roma 1960, fueron finalistas de la Eurocopa y terminaron cuartos en la Copa del mundo. Fueron uno de los mejores equipos del mundo, y los jugadores croatas tuvieron una parte mayor en este éxito", escribió Chris Whitfield, en su libro "Balls! The Best European Football Nations".

En 1987 ganaron el Mundial Sub 20 de Chile 1987, con un equipo que encabezaba un tal Davor Suker y que en su mayoría eran croatas.

Muchos pensaron que este logro ayudaría a unir a una nación resquebrajada, pero el cambio ya era inevitable.



EL FUTBOL COMO PRETEXTO

Yugoslavia estaba formada por Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia, Montenegro y dos provincias autónomas: Kosovo y Metohija y Vojvodina. En su liga jugaban 18 equipos, pero las rivalidades étnicas eran demasiadas para llevar el juego en paz.

A finales de los 80s, con la decadencia del comunismo y el deterioro de las relaciones por la muerte del presidente yugoslavo Josep Briz Tito, los afanes nacionalistas comenzaron a tomar fuerza.

Una semana antes del 13 de mayo de 1990 se efectuaron elecciones y los croatas eligieron la separación, encabezados por el nacionalista Franjo Tudjman. Ese día no se debió haber jugado ese partido.

El Estrella Roja, el club más popular de Serbia, visitaba al Dínamo de Zagreb y 3 mil ultras serbios tomaron un tren que los llevaría a uno de los episodios más violentos en la historia del futbol.

"¡Zagreb es Serbia!", gritan a su llegada. Fueron recolectando piedras a su paso y estaban armados de ácido para romper las vallas metálicas del estadio Maksimir, que es vigilado por la policía yugoslava, en su mayoría serbios.

"¡Vamos a matar a Tudjman!", gritaban a su llegada al inmueble, donde los esperaban con ansias 15 mil "Bad Blue Boys", aficionados radicales del Dínamo.

No fue necesario siquiera que el árbitro iniciara el partido. Mientras ambos cuadros calentaban, los ultras del Estrella Roja comenzaron a romper asientos y anuncios metálicos, las vallas del estadio fueron vencidas y comenzó una incontrolable batalla.

Los "Delije", nombre del grupo, comenzaron a apuñalar a los croatas más cercanos y, la tribuna de enfrente, se vació cuando los "BBB" entraron a la cancha para llegar más rápido a defender a sus paisanos.

La policía yugoslava intentaba controlar a golpes a los fans del Dínamo y, cuando un agente golpeaba a uno de ellos, el mismísimo Zvonimir Boban y su "10" en la espalda llegó a defender a su compatriota con una patada voladora. Para entonces los jugadores del Estrella Roja ya estaban en su vestidor.

El jugador pudo sobrevivir sin consecuencias mayores la reyerta porque, al ver la acción, varios elementos de los "BBB" fungieron como sus guardaespaldas.

"Ahí estaba yo, un personaje público dispuesto a sacrificar su vida, su carrera y toda la fama que pude haber creado, todo por un ideal, una causa: la causa croata", diría después en su defensa. Lo sancionaron seis meses del futbol.

Alrededor de 60 personas resultaron heridas, entre apuñalados, lesionados por la paliza e intoxicados por los gases lacrimógenos.

Esta batalla no sólo marcó el principio del fin de la liga yugoslava, sino el inicio de la guerra de independencia croata.



EL NACIMIENTO

En 1991, Croacia declaró su independencia y dos años más tarde, FIFA lo aceptó como miembro. Era el nacimiento de las famosas camisetas a cuadros rojos y blancos.

Lograron calificarse a la Euro de 1996, dejando fuera a Italia, y en Cuartos de Final fueron eliminados por el eventual campeón Alemania.

Pero en el Mundial de Francia 98, su camada de oro -con la base de los campeones del mundo de 1987- maravillaría al mundo.

Suker, Boban, Jarni, Stanic, Robert Prosinecki y compañía llevarían a Croacia a un impensable tercer lugar.

Mañana, esa aguerrida nación de apenas 4.3 millones de habitantes pero con grandes y talentosos jugadores, busca agregar otro capítulo a su corta pero brillante trayectoria en el mundo del futbol. Está en los pies del Tri impedirlo.



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