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Más que un club, un hijo
Homero Fernández | 02-05-2015
en CANCHA
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Don Valentí trabajaba de albañil y su mujer Dolors le ayudaba cuidando a sus cuatro niños, dos mujeres y dos varones. Vivían en un pequeño pueblo de la provincia catalana que el día de hoy tiene poco más de 7 mil habitantes. Curiosamente, el censo de 2012 registraba que entonces había solamente tres mujeres más que hombres. Históricamente, el pueblo era famoso por ser la cuna del "niño tamborilero", el protagonista de una leyenda de Cataluña que narra cómo Isidre Lluss i Casanoves ahuyentó a las tropas francesas en 1808 tocando un tambor cuyo sonido amplificado por las paredes de piedra del pueblo de Montserrat puso en fuga a los invasores que temieron una derrota ante un ejército español aparentemente superior.

Don Valentí construyó su casa con sus propias manos. Sus hijos fueron creciendo. El varón mayor, flaco y nervioso, se enamoró de la pelota y se la llevaba a todos lados, inclusive cuando andaba en bicicleta. Las calles de piedra resultaron la primera cancha y las puertas de los edificios de la plaza principal, las primeras porterías.

Doña Dolors todavía recuerda la tristeza que le causó la alegría. Unos hombres extraños vinieron por su hijo cuando tenía apenas 11 años. Lograron persuadirlos de que regresaran años más tarde. Cuando lo hicieron, el "palo de escoba", como le decían, seguía creciendo. Esa vez se lo llevaron. "Volvieron cuando tenía 13 años. Lloré mucho que me lo robaran. En la casa donde iba a vivir tenía una ventana que daba frente al campo. Me llamó aparte y como para tranquilizarme me dijo: ¡Cuando me despierte lo primero que voy a ver es la cancha!", recuerda la mamá del nuevo héroe de Santpedor: Pep Guardiola.

Don Valentí define a su hijo, ya consagrado: "Mi hijo es un dios. Lo único que le podría reprochar es que a veces no es muy abierto. Pero se fue a los 13 años a Barcelona, que no es un pueblo y tenía que cuidarse solo".

Los años y las historias pasaron. El albañil se fue acercando cada vez más a las canchas siguiendo a su hijo jugador y entrenador y se compró su lugar en el Camp Nou.

En marzo, compartieron la tribuna cuando el Barsa recibió al Manchester City. Se sorprendió cómo la gente buscaba una foto con su hijo con "esos malditos teléfonos" y bromeó que cuando él va el estadio nadie le pide autógrafos.

Don Valentí había rechazado la hipótesis de una Final Barsa-Bayern Munich. "No, no y no. ¿Qué quiere, que me ponga triste y no pueda cenar?".

Ante los hechos deparados por el sorteo de las semifinales de la Champions, y la curiosa alternativa de su hijo, aclara de qué lado estará su corazón: "Soy del Barsa hasta la médula, pero el miércoles será otra cosa, lo siento".

¡Vaya reto! Si el Barsa hace un gol, ¿tendrá que frenar el impulso de pararse para gritarlo? Y si el gol es del Bayern: ¿podrá el amor de padre solventar la traición del hincha?

 
homero.fernandez@reforma.com
Twitter: @MUNDODEPELOTA
 
 
 
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