Soy de los que consideran que el lucimiento personal no debe estar por encima de los intereses grupales.
En el futbol destacan dos posiciones que siempre serán evaluadas diferente al resto: el centro delantero por tener la función directa de anotar y el arquero, simplemente por vestir diferente al resto y utilizar las manos.
Un futbolista contrae derechos y obligaciones también dentro de la cancha, no sólo en sus contratos. El derecho a lucir viene de la mano con la responsabilidad de ser un compañero considerado y previsor en zonas y momentos muy específicos.
En la Fecha 6, Nahuel Guzmán, portero de Tigres, tuvo una mala decisión que provocó un error tan grave que terminó por sepultar a su equipo ante Xolos.
No se trata de detenerse en un simple error, la verdadera evaluación de quien lo comete viene después, con lo que hace tras la pifia: siguiente intervención, lenguaje corporal, expresiones, carácter, concentración etcétera. Lo que sucedió con Nahuel tras esa falla, no fue otra cosa que la imperiosa necesidad de mostrar su capacidad e incrementar el riesgo con tal de presumir confianza en sí mismo, incluso a costa de afectar a sus compañeros y a un equipo que, como ningún otro, domina su estilo de juego... pero no con un portero ambulante.
Es fácil confundir la idea de dar espectáculo con el lucimiento personal. A todo futbolista le agrada ser aplaudido y reconocido... pero algo hay que ajustar en el protagonista si no piensa antes en el equipo y en el propio público, mismo que no solamente apoya, sino que paga un boleto y espera que el equipo corresponda. Si no en el resultado, al menos en el esfuerzo.
Esta semana tuve oportunidad de ver, una vez más, a Bruce Springsteen en concierto, quien a sus 66 años y con más de 45 de giras y conciertos, ofrece shows por encima de las tres horas, con absoluta energía, entrega y sin descansar un minuto. Arenas, estadios y auditorios llenos le esperan principalmente dentro de los Estados Unidos. Es por supuesto la música y las canciones que han marcado generaciones, pero sobre todo es la consideración hacia su gente, la interacción y la identificación que le han hecho un ícono dentro del rock norteamericano.
Nahuel Guzmán es uno de los mejores arqueros de México y, como todos, a veces toma malas decisiones, lo que en nada es criticable. Rascando en la carrera de Guzmán es posible localizar excesos de confianza reiterados que han afectado a sus equipos y, por supuesto, han alterado a su afición. La respuesta y la solución son muy fáciles de corregir para este arquero: tener consideración y no anteponer los intereses individuales sobre los de su equipo.
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