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Gignac del alma
Carlos 'Warrior' Guerrero | 19-06-2020
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Aún de la mano de Agustín Lara, María Félix asiste a una fiesta de la Embajada Francesa. Su "Flaco de Oro" había sido invitado para deleitar a los presentes. Ahí conoce a Alex Berger, destacado banquero en el país galo.

Pasan los años y la pasión con Lara se fue apagando. De "María Bonita" y de aquellas noches en Acapulco queda poco o nada hasta que María reencuentra el amor en el corazón de Jorge Negrete.

Sin embargo, tras la muerte del cantante decide mudarse a Francia.

Vuelve a coincidir con Alex Berger en un bar parisino. El destino volvió a colocarlos en el mismo sendero una vez más pero esta vez, sin ninguna piedra que entorpeciera su andar.

¿Qué es el amor? ¿En qué momento aparece? ¿Serán las líneas de vida las que lo tejen todo? ¿Serán coincidencias? Qué más da. Jamás encontraremos la teoría precisa que lo defina con certeza. Miles, millones de causas y de circunstancias, conforman ese momento exacto donde convergen un par de miradas sin la certeza de lo eterno o lo efímero.

André Pierre Gignac jamás hubiera imaginado que México habría de flecharlo así; que su destino sería tan seducido y tan atraído por nuestro País como el de María Félix con Francia.

A estas alturas, resultaría ocioso indagar por qué el delantero encontró en su cuarto amorío, en su cuarta camiseta, en los Tigres, los brazos perfectos para el juego del amor como sucedió con "La Doña" en el regazo de Berger. Sucedió y punto.

Cosas que pasaron, circunstancias que se dieron, momentos que se acomodaron. Hoy sabemos que sería imposible concebir la historia de Tigres sin Gignac.

El delantero francés ha sido eje medular en la construcción de ese idilio tan hermoso y tan inquebrantable como el Palacio de Longchamp en Marsella, a 30 minutos de la tierra natal de André-Pierre.

A cinco años de haber llegado a México, no sólo Tigres se ha beneficiado de Gignac. El futbol mexicano debe sentirse halagado de haber sido elegido por el destino, para que los trazos del francés se deslizaran sobre nuestros acrílicos verdes.

Influye en el juego, genera nuevos adeptos, mantiene a los enamorados, recupera a los perdidos, genera encono, agudiza rivalidades, entiende de odios deportivos, acapara miradas, atrae patrocinios, hace goles, reparte fantasía y gana títulos.

Pasará el tiempo y se convertirá en un mito, en una leyenda, en el "Tigre de Tigres", en ese "Don André" al que deberán pintarle tantos óleos como a María Félix, la "Plus Belle Femme du Monde" (la mujer más bella del mundo) como algunos solían llamarle.

Si María Félix dio realce y brillo a la época de oro del cine mexicano, Gignac ha sido el paño más elegante y sedoso que ha abanderado la época de oro de Tigres. Nadie más áureo que él en la historia del equipo felino. Amor del bueno, amor verdadero, amor de novela, de guión perfecto.

 
 
Twitter: @CARLOSLGUERRERO
 
 
 
 
 
 
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