Aunque parezca increíble, lo mejor que pudo pasarle a Chivas, es enfrentar al América en Copa MX. Y lo mejor que pudo pasarle al América, es enfrentar a Chivas. Ideal vía para que ambos equipos despierten del letargo en el que han caído en las últimas jornadas. Los dos requieren de una inyección anímica que los catapulte a terrenos más convincentes. Qué mejor que un Clásico.
Y aunque América mostró avances y logró vencer a Puebla, la realidad es que aún está lejos de alcanzar su mejor versión. (Por cierto, Puebla tenía más argumentos con Enrique Meza).
El Clásico de Clásicos en Copa MX y Liga está parejo a la mala. Ninguno es claro favorito. Ambos han dejado polvo en sus rutas recientes. Tienen poca pegada y la presión crece.
El de este miércoles, es a matar o morir y, en el papel, es más atractivo que el de la Jornada 11 donde habrá mucho orgullo, pero no eliminación directa.
LOS TEMORES DE ALONSO Tigres una vez más se salió con la suya en el "Gigante de Acero". Gigante que le pertenece desde aquel frío diciembre del 2017. Sabemos que en la imaginaria, los papeles de propiedad y los documentos notariales descansan bajo bóveda en San Nicolás de los Garza hasta que Rayados no los recupere con la llave maestra de un título ante su enemigo público.
Rayados tuvo la oportunidad de resarcir parte del daño de ese pasado que le aquejará por el resto de sus días. Y aunque en realidad había poco en disputa, estaba la mesa de gala puesta y el acérrimo rival en la cabecera de enfrente, como para sacudirle el mantel y salpicarlo de goles. Pero no, Alonso no quiso que así fuera.
En el momento importante, Diego vio a los fantasmas que ahí habitan y tuvo miedo. Fue más grande el temor de que Tigres otra vez le marcara territorio que el deseo de intentar sujetarle los colmillos.
Alonso se sintió cómodo en la especulación. El empate lo hubiera firmado. Optó por la equitativa repartición de puntos, escenario donde la manos sudan menos. En el riesgo de perderlos, el corazón se acelera y eso, tal parece que no es el modus vivendi predilecto del estratega argentino. Hasta sus jugadores lo saben.
Tuvo para ganarlo, pero no quiso revolucionar su juego. Decidió un manejo conservador de auto sedán, teniendo un deportivo de lujo para correrlo y presumirlo por las calles de Mónaco.
Sirva esta lección para Diego Alonso. El destino podría volver a colocarlo nuevamente en la misma mesa de los Tigres en la final de "Concachampions" con algo más que tres puntos en disputa.
Si el temor le recorrió el cuerpo en plena Fecha 10, no quisiera saber las pálidas tonalidades de su rostro cuando sepa que otra vez estará en sus manos, el recuperar parte de los títulos de propiedad y, sobre todo, mucha de su credibilidad en el proyecto.
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