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La Dominguera
San Cadilla | 20-07-2014
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Discúlpanos, Barbosa
 
"Mira, hijo, ese es el hombre que hizo llorar a Brasil", dijo una mujer a su hijo en un mercado de Río de Janeiro en los años 80 mientras señalaba a Barbosa, quien recibió los dos goles uruguayos que le arrebataron a la Selecao un trofeo que ya tenía dueño.

Los más de 200 mil testigos presenciales del "Maracanazo", los millones que lo escucharon por radio y quienes supimos de él través de libros o videos no pensamos jamás en una tragedia futbolística más grande que la sucedida la tarde del 16 de julio de 1950.

"Y ahí seguía, implacable, aquel minuto 79: el volante uruguayo Alcides Ghiggia, autor ya de un pase decisivo para igualar el marcador 1-1, remonta veloz su ala. En uno de sus últimos apoyos, pisa la línea del área y levanta una pequeña nube de cal", describió recientemente el diario El País la emblemática jugada.

Ese remate de Ghiggia, inalcanzable para el arquero de la Verdeamarelha, significó el derrumbe de una nación entera, y para Moacir, una inmerecida culpa con la que habría de cargar el resto de sus días.

 
 
UN PORTERO IMPENSADO
 
Nacido en Campinas, Sao Paulo, en marzo de 1921, Moacir Barbosa inició su carrera como futbolista amateur en Tamandaré, en 1940; su habilidad como extremo izquierdo lo llevó al Ypiranga, donde paradójicamente se consolidó como guardameta... ¡no le gustaba correr!

Más tarde, su talento bajo los tres palos llamó la atención del Vasco de Gama, y pronto se convirtió en titular. Con el "Expreso de la Victoria" obtuvo 5 campeonatos cariocas entre 1945 y 1952, además del campeonato sudamericano, que precedió a la Copa Libertadores, en 1948.

Su convocatoria a la Selección, la primera para un portero de color en la historia del combinado brasileño, era cuestión de tiempo.

Cuando ésta llegó -de la mano de la Copa América de 1949, que ganó la canarinha-, el Mundial de 1950 del cual serían anfitriones estaba a la vuelta de la esquina.

 
 
EL DÍA DE MARACANÁ
 
Un ambiente de fiesta invadía las calles de Río. Los brasileños eran los máximos favoritos y el empate ante los uruguayos -suficiente para alzar el título- se antojaba tarea sencilla para un combinado que previamente había goleado 7-1 a Suecia y 6-1 a España.

Brasil tomó ventaja con gol de Friaca, a los 47', desatando la locura en un Maracaná que ya celebraba a sus "campeones", un hervidero que Juan Schiaffino se encargó de apaciguar a los 66', con el 1-1. Y entonces, la pesadilla tomó forma.

"Fue un disparo disfrazado de centro. Tuve que volver. El balón subió y bajó. Llegué a tocarla, creía que la había desviado a córner. Cuando escuché el silencio del estadio, me armé de coraje y miré para atrás. Ahí estaba la pelota", narró el propio Barbosa en el libro "Dossie 50", de Geneton Moraes Neto.

El tradicional uniforme totalmente en blanco de la Selecao se guardó para siempre y miles de brasileños prometieron no volver a pisar un estadio. Todos recriminaban al guardameta como el principal causante de la derrota.

Cruel recompensa, Barbosa fue declarado mejor portero del torneo.

 
 
SU VILLANO FAVORITO
 
Muchos fueron los acusados. Desde Bigode, el lateral al que Ghiggia volvió loco, pasando por el central y encargado de las coberturas, Juvenal -quien llegó borracho la noche anterior al juego-, y hasta el técnico Flavio Costa. Pero, como en el juego de la "papa caliente", al final sólo hubo un condenado.

"La culpa no fue de Barbosa. A esa pelota la hizo entrar el destino", dijo Obdulio Varela, artífice de la hazaña charrúa, intentando en vano redimir al guardameta.

Dudar entre rechazar o quedarse con el balón despedido por un botín celeste le costó ser defenestrado por la sociedad brasileña. Al malestar general se le sumaron tintes racistas. El estigma de villano ya nadie podría quitárselo.

"Fue declarado culpable sin razón y sin juicio. Y condenado a cadena perpetua por todas las tristezas que el gol de Ghiggia generó. Con él fueron injustos y hasta miserables", rememoró el diario El Clarín sobre ese momento.

Barbosa dejó de ser convocado en 1953 y en 1956 perdió la titularidad en el Vasco. Comenzó un peregrinar por clubes modestos como el Bonsucesso, el Santa Cruz y el Campo Grande, éste último su "tumba", en 1962, a los 41 años.

 
 
'EL EXORCISMO'
 
Tras su retiro, Barbosa fue nombrado intendente del Maracaná, puesto que ocupó durante 20 años. Como "premio" a su dedicación y esfuerzo, su jefe le regaló los viejos postes de madera cuando la FIFA ordenó que éstos fuesen de hierro.

La leyenda cuenta que Barbosa los partió con un hacha y les prendió fuego. Ese episodio ha sido motivo de libros, películas y hasta poemas, pero a decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano el "exorcismo" no lo salvó de la maldición.

"Sintomáticamente, eran de madera. La cruz de su martirio. Y él celebró sólo una ceremonia de exorcismo quemando los arcos de su maldición. Crucificado por la necesidad humana de encontrar culpables", expresó Galeano.

El también charrúa Tabaré Cardozo le dedicó una canción, "Barbosa": "Quema los palos Barbosa / del arco de Brasil / la condena del Maracaná / se paga hasta morir", dice la letra.

Y en 1988, se estrenó un cortometraje en el que un hombre viaja al pasado para prevenir a Barbosa de las intenciones de Ghiggia con aquel disparo "mentiroso".

 
 
PROHIBIDA LA ENTRADA
 
Otra acción polémica tuvo lugar en 1993, previo al Mundial de Estados Unidos, cuando Barbosa pidió entrar a la concentración brasileña para saludar a los jugadores; Mario Zagallo, auxiliar de Carlos Parreira, le impidió el acceso. Temía que les "echara la sal".

"La condena más larga en Brasil es de 30 años. Creo que la mía ya la supera por 13 años", afirmó poco después el ex guardameta en entrevista con TV Cultura.

Para entonces, Barbosa ya vivía en un pequeño departamento con la familia de su esposa Clotilde -quien en 1996 falleció de cáncer- y se alimentaba gracias a una pensión vitalicia que le dio el Vasco.

"Los gastos para curar a Clotilde liquidaron sus ahorros. Muerta su esposa y cansado de que siempre le preguntaran sólo sobre el gol de Ghiggia, Barbosa se refugió en Praia Grande", cuenta Ezequiel Fernández, periodista de La Nación.

El 7 de abril de 2000, a los 79 años, el ex jugador murió víctima de un derrame cerebral. A su entierro no acudieron más de 50 personas.

Cuando las autoridades quisieron remover su tumba para ampliar el cementerio municipal, Tereza, hija adoptiva de Barbosa, se opuso tajantemente; quería transformarla en un centro de atracción turística y hasta subastó un trozo de la portería maldita que sobrevivió al fuego.

 
 
NUEVOS CULPABLES
 
El 8 de julio de 2014, en el Estadio Mineirao, de Belo Horizonte, Brasil sufrió la derrota más escandalosa de su historia. Peor incluso que el "Maracanazo". Fue humillado 7-1 por Alemania en semifinales del Mundial, de su Mundial.

Y el juicio se repite, con otros acusados. Julio César, Marcelo, Dante, Scolari. ¿Qué harán ahora los brasileños, cabaleros como ellos solos?

Es muy pronto para medir los alcances de esta nueva gran derrota; lo único cierto es que Moacir Barbosa, por fin, descansa en paz.

 
 
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