Bueno, pues el pueblito maravilloso que quedé en platicarles se llama Campos do Jordao.
Fue totalmente una casualidad del destino que termináramos aquí, ya que cuando regresé de Sao Paulo con Adrián, el taxista que nos llevó del hotel al aeropuerto de Campinas me lo recomendó.
El pueblo es completamente un sueño. Se encuentra aproximadamente a unas dos horas de Sao Paulo y su primera característica totalmente diferente del resto de Brasil es su altura.
Se encuentra entre mil 600 y mil 800 metros sobre el nivel del mar, evidentemente hace frío pero lo más maravilloso es que es completamente una colonia alemana. La arquitectura de casas y comercios es alemana, cuentan con una cervecería artesanal y existen varios restaurantes con su tradicional comida.
Realmente me fascinó. Desde hace tres días que pasamos de visita tuvimos la oportunidad de cenar en un chalet unas riquísimas salchichas con cebolla, bebimos la cerveza en cuestión que está realmente buena con mucho cuerpo, obscura y de un sabor muy agradable. Rematamos con un fondue bastante mediocre, un cheez whiz sería mejor representante que esta cosa, pero bueno, tampoco se puede tener todo.
Para quitarnos el mal sabor de boca pedimos unos cafés con un apfelstrudel, pedimos la cuenta y nos dirigimos a Sao Paulo.
Me gustó tanto que decidimos regresar hoy, el clima no favorecía en lo más mínimo. Nos llovió todo el camino. La temperatura descendió a 7° C y con la altitud de la montaña y la lluvia se sentía todavía más frío.
Sin embargo, creo que parte del encanto estuvo en esto. Al llegar, como por arte de magia, dejó de caer el chubasco; fue sólo por un par de horas, pero las suficientes para recorrer el pueblito y sacar fotografías para el recuerdo. Hermoso en verdad.
Después de comer en un lugar una sabrosa sopa de alubias con salchichas y tocino y después un schnitzel con sauerkraut y un par de cervezas alemanas, recorrimos la parte de la montaña que no habíamos visto.
Con esto me terminé de enamorar del pueblo y sus espectaculares paisajes, así es que decidimos quedarnos a pasar la noche. Encontramos un hotel-cabaña hermoso con una privacidad padrísima, nos registramos y regresamos al pueblo a conocer lo que nos faltaba.
Grande fue la sorpresa que aparentemente 3 o 4 días no son suficientes para visitar todo lo que hay que hacer por acá. Existe una gruta, el Palacio de Gobierno, un mariposario y debido a que volvió la lluvia decidimos optar por un lugar llamado Fazenda Lenz Gourmet en donde la especialidad son los postres.
@hungaro_camara |