Arrancó la Copa América.
México, por jugar con su equipo alternativo, y Brasil, por carecer de figuras y depender de un solo jugador, están lejos de ser mis favoritos.
La actualidad del futbol brasileño, según mi punto de vista, lo resumiré en esta columna.
¿A poco ustedes creen que lo sucedido en aquella catastrófica tarde carioca, la derrota de 7-1 frente a los alemanes, fue un accidente de trabajo, obra de casualidad o que los alemanes son seres superiores?
Sigo el futbol brasileño y platico, como mínimo, dos veces a la semana con personas que viven desde adentro el día a día del futbol carioca, y les aseguro, no fue casualidad ni tampoco un accidente.
Señores, lo que vimos en el Maracaná sólo fue el reflejo del manejo indebido y cochino a que está sometido el futbol brasileño.
Muy al estilo FIFA, el futbol en el país tropical está hundido en las transas, corrupción y engaños, en donde jugadores, directivos, técnicos y hasta medios de comunicación participan.
Un mal que se ha transformado en una destructora farsa que ha limitado e impedido el crecimiento de nuevas y verdaderas generaciones de cracks, como solía suceder en aquel país.
Me acuerdo cuando decían: "En Brasil los cracks nacen en los árboles, todos juegan futbol todo el tiempo y en todas partes, desde 'garoto' (niño)".
Los árboles ahí siguen, también los jóvenes siguen jugando futbol en cualquier espacio posible, la pasión y la oportunidad que este deporte les ofrece no ha muerto; entonces ¿qué pasó, porque en este mar ya no hay peces?
Hoy en día los "cracks" brasileños están hechos en las oficinas, ahí ganan o pierden la titularidad, ahí son exportados, ahí se aceleran y destrozan los procesos naturales del desarrollo de los jóvenes, de ahí salen seleccionados, dentro de cuatro paredes la mediocridad puede ser transformada y vendida en millones de dólares.
Es tanta la publicidad que los jóvenes antes de serlo se lo creen y pierden el piso.
Ésta es la nueva realidad del futbol brasileño.
Los promotores, técnicos y directivos hacen su juego oscuro frente a un escritorio quitando la brillantez del futbol que nos tenían acostumbrado los pentacampeones dentro de la cancha.
Pese a todo y a esa desenfrenada ambición y deshonestidad, la Selección de Brasil podrá seguir siendo competitiva, pero no volverá a ser ni la sombra de lo que fue un día.
En esta Copa América que Dios bendiga a Neymar, o Brasil no tendrá ninguna chance de ser campeón.
Ésa es la triste realidad en Brasil, y cualquier similitud con nuestro balompié es mera coincidencia ¿o no?
Posdata: Ocho millones por Jürgen Damm. Espero que él no crea que es un crack porque así es como se han perdido muchos jóvenes brasileños que de crack sólo tuvieron las cifras.
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