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La Dominguera
San Cadilla | 05-07-2020
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El odiado Schumacher
 
 
Quizá te llegó a caer mal, quizá hasta lo odiaste... pero eso era la norma para quien se hacía llamar "Toni" (Düren, 6 de marzo de 1954), apodo que tomó de Toni Turek, legendario guardameta de la selección germana de la postguerra.

A este portero alemán de los 80 lo odiaban en Francia y hasta en Alemania, pero en todo el mundo era respetado. Con ustedes: El odiado Schumacher.

 
 
MALDITOS PENALES
 
Schumacher detuvo con la pierna izquierda el disparo de Fernando Quirarte y luego se quedó con el disparo de Raúl Servín. Lo que no sabían los mexicanos es que estaban enfrentando al mejor atajador de penales del mundo de ese entonces.

De hecho, hasta el momento es el segundo arquero que más penales ha detenido en toda la historia de la Bundesliga. No era -literalmente- de gratis: se quedaba con sus compañeros del Colonia hasta después del entrenamiento a hacer apuestas desde los 11 metros.

Bueno, hasta en los partidos de la selección le metía su dinerito de por medio: 500 marcos contra Karl-Heinz Rummenigge y 200 contra Paul Breitner a que no le anotaban en caso de haber una pena máxima; saltaban al campo con el dinero metido en las espinilleras.

No, el Tricolor no enfrentó una maldición en el 86... sino al mejor del mundo para los penales.

 
 
DE HERRERO A ÍDOLO
 
Schumacher llegó al Colonia en 1972 y de inmediato se convirtió en un ídolo. La historia de un joven que combinaba su trabajo de herrero con el futbol.

Con él en el marco, su club ganó 3 veces la Copa de Alemania, en 1977, 1978 y 1983; además de ser campeones de Liga en 1978 y subcampeones en 1973 y 1982.

Como seleccionado debutó en 1979, en el triunfo de la entonces Alemania Federal, ante Islandia, sustituyendo en el arco a otro histórico, Sepp Maier. Sería la primera de 76 apariciones con su selección mayor siendo nombrado dos veces Jugador del Año en la Bundesliga.

En 1980 estuvieron a punto de secuestrarle a sus hijos pequeños, pero la profesora del colegio, de manera providencial, lo impidió.

Schumacher siempre era el número uno para entrenar, y era su modelo de vida en el futbol: "El secreto del éxito está cuando estás muerto de cansancio. Estás KO, pero dices OK", afirmaba.

Nunca se guardó nada ni dentro ni fuera de la cancha, y eso constantemente le trajo problemas. Su racha de 213 juegos consecutivos en la Bundesliga se vio interrumpida por una disputa con el técnico Rinus Michels.

 
 
LA NOCHE DE SEVILLA
 
Era 1982 y España vivía su Mundial: 70 mil aficionados en el Ramón Sánchez Pizjuán y el resto del mundo a través de sus televisores se quedaron horrorizados.

Al minuto 62, en plena Semifinal, un balón bombeado al área alemana, el francés Patrick Battiston va por el esférico, pero Schumacher fue sobre él.

Tacones por delante y con todo el impulso de la jugada, le causó una conmoción cerebral, le fracturó una vértebra y le rompió dos dientes; increíblemente el árbitro holandés Cover ni siquiera le sacó la amarilla, mientras los jugadores franceses miraban la espeluznante escena, y el portero simplemente se hacía el desentendido.

"No soy de los que se arrepienten. Al volver la vista atrás, podría haber hecho muchas cosas de otra forma. Pero no fue así. En cuanto al choque contra Battiston les diré que, si todavía fuera portero, saldría exactamente de la misma manera. Lo único que actualmente veo diferente es que mi comportamiento tras el suceso no fue correcto. En mi defensa, debo decir que me dejaron solo. Hoy me habrían informado y aconsejado, entonces no tuve a nadie que me ayudara a superar la tensión", declaró "Toni", hace unos años.

Por si le faltara algo a su rol de villano, Schumacher detuvo dos penales y Alemania Federal llegó a la Final del Mundial.

"Fui el enemigo público número uno. Recibí amenazas de muerte, tuve guardaespaldas, amenazaron con secuestrar a mis hijos y matarlos", aseguró.

 
 
LE SACAN LA ROJA
 
Schumacher era muy querido en su País... pero 15 años de idolatría se acabaron por un polémico escrito.

En 1987, sacó su libro "Anpfiff", que en España salió con el título de "Tarjeta Roja", en el cual rompía los famosos códigos del vestidor.

Contó que en la Bundesliga se dopaban con Captagón, nombre comercial de una anfetamina euforizante usado por algunos ejércitos de medio oriente porque permite a los combatientes mantenerse en pie y luchar durante días enteros sin descanso.

Incluso, dijo que había un un jugador del Bayern Múnich al que le apodaban "la Farmacia Ambulante". Se armó el escándalo.

"Quien sea capaz de afirmar esas cosas debería dejarse reconocer sicológicamente por un especialista", le respondió el entonces presidente del Colonia, Peter Weiand.

"Toni" respondió que no se podía castigar a alguien por decir la verdad, y se envalentonó más cuando Pierre Littbarski lo respaldó.

"En un partido decisivo del otoño de 1984, algunos jugadores de Colonia tragaron a la ligera grandes cantidades de jarabe para la tos, que contenía enormes dosis de efedrina", aseguró, "5 o 6 se bebieron la medicina para doparse".

Por si fuera poco, Schumacher se echó encima lo más peligroso del gremio: ¡las esposas de los pateabalones!

En su libró pidió que los seleccionados tuvieran libertad para llamar chicas de moral relajada en las largas concentraciones.

"Para cuando nos acosen las necesidades sexuales, habría que contratar 'call girls' como emergencia", escribió, "los jugadores de la selección no somos eunucos. ¿Por qué no invitar a bellezas de pago que se encuentren bajo control médico?".

Martina Rummenigge, la esposa de Karl-Heinz, fue la primera en responderle: "Eso es una estupidez y algo realmente triste".

Todos los clubes de Alemania denunciaron a Schumacher, que fue corrido del Colonia y además expulsado de la Selección. Encontró refugio en el Schalke, pero el escándalo seguía persiguiéndole y tuvo que recalar en el futbol turco, con el Fenerbahce.

Pudo volver hasta 1991, para pasar un año en el Bayern Múnich y se retiró; luego volvió brevemente en 1995, con el Borussia Dortmund, para retirarse definitivamente.

Quiso ser entrenador, pero fracasó en tres clubes diferentes; actualmente tiene una empresa de marketing deportivo.

En sus últimos días en activo, "Toni" dio una memorable entrevista al semanario Die Zeit que, en palabras de Juan Villoro, "fue una confesión digna de un monólogo teatral".

"La gente cree que soy frío porque soporto el dolor. Una vez le pedí a mi esposa que me apagara un cigarrillo en el antebrazo y sufrí tanto como ella. Todavía tengo la cicatriz. Quería demostrar que uno puede soportar lo que se propone. No soy un bloque de mármol. Soy vulnerable como cualquier otro. Sólo soy brutal conmigo mismo. No soy un genio como Franz Beckenbauer. No he heredado nada. Estamos en el purgatorio. Cuando deje de sentir dolor, estaré muerto".

 
 
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