No, no es que se haya celebrado el triunfo en cuartos de final ante Costa Rica. Más bien, lo que hizo repicar las campanas fue la forma en como se definió el juego. Eso fue lo que llenó de gusto a los protagonistas y a los testigos que llenaron en Houston.

Créanme, los jugadores saben lo que hicieron bien, lo que hicieron mal y lo que dejaron de hacer. No percibí triunfalismo como muchos aseguran y nadie dijo que se ha conseguido el objetivo.

Sólo que es imposible no rendirse ante el drama que producen los penales. Imposible no derretirse de nerviosismo luego de la falla de Jiménez en el primer cobro e imposible no llenarse de locura ante la parada descomunal de Ochoa en el último intento de los ticos.

De eso se trata el futbol. No seamos tan rígidos. Como aficionados, también es válido sufrir y sentir que el corazón explota, que las pulsaciones suben y que en la cabeza aparezcan cien sensaciones a la vez. Sentimientos que nos acercan a ese punto de enamoramiento del cual partimos todos.

Por juegos con alto grado de tensión es por lo que se busca un boleto. Nadie compra uno para subir a una montaña rusa plana o en desuso. El vértigo y el grito es necesario. Es lo que se extraña cuando un juego muere de nada. Ingredientes para una historia que contar. Principios básicos de un buen anecdotario.

La pelota no entiende sobre rivales, torneos e instancias. Solo rueda y hace lo suyo. Disfrutemos un poco más de esos detalles que a nadie hacen daño. Sí... penales, no es lo mejor ¿y? Hace 10 años que no caíamos en ese desquicio mental. También una descarga de emociones hace falta de vez en cuando.

No perdamos la capacidad de asombro. Ver en escala de grises el colorido que ofrece la vida, el deporte, el futbol... es un tremendo desperdicio. No caigamos en la indiferencia y el resentimiento. No seamos tan pesimistas.

Apenas la melena de Ochoa acaparó reflectores y sus manos demostraron una vez más los reflejos inhumanos, instintivos y fuera de serie que posee y de inmediato, las comparaciones innecesarias y las patéticas burlas para hacerlo menos porque desde la comodidad de un sofá, con pizza y cerveza en mano, a más de uno se le hace un portero mediano cuando ha sido de lo mejor que hemos tenido en la historia.

Mejor gocemos su atajada, sus lances felinos y el penal que detuvo. No busquemos y utilicemos el pisoteo y el desprestigio como arma de desfogue y despresurización personal.

Ya habrá tiempo para bajar de la montaña rusa y para estabilizar las pulsaciones. Allá arriba tampoco podemos quedarnos. No podemos vivir con altibajos tan marcados. Aprovechemos la pelota mientras esté rondando y dejemos de matar(nos) la ilusión. Ya bastante confrontación leemos, vemos y escuchamos por todos lados. ¿O qué, ustedes no se hartan?

 
Twitter: @CARLOSLGUERRERO