Con dos goles de exposición, los Tigres recuperaron la jerarquía perdida en las dos primeras jornadas.
Para muchos, el equipo de Ferretti llegaba al Azteca con aroma de víctima, pero quienes saltaron a la cancha en uniforme ochentero con shorts amarillos y camisa azul al término del partido abandonaron la catedral del futbol mexicano con el reconocimiento de todos.
No lo voy a negar, la expulsión del americanista Renato Ibarra le dio un rumbo irreversible al partido. Pero también tenemos que destacar dos importantes hechos: uno, antes de la tarjeta roja, los Tigres eran mejores en la cancha y en el marcador. Y dos, el aprovechar la inferioridad numérica es una circunstancia que no siempre se les da.
Al planteamiento de Ferretti le cayó de maravilla que Sosa jugara en la banda derecha y Aquino a perfil cambiado por la izquierda. Pero a diferencia de lo que mostraron contra el Atlas, el equipo no se fracturó entre sus líneas porque fue mucho más agresivo achicando la cancha en ataque.
Y para aquellos que reclaman variantes como el condimento esencial de cualquier estrategia, espero se hayan percatado de cuántas veces Israel y Acosta se sumaron al frente, ambos aparecieron como interiores, si y sólo si, los extremos (Sosa y Aquino) ocupaban la banda. El mejor ejemplo de la instrucción táctica la ejecutó Alberto Acosta cuando fabricó la acción que con tonos de violín definió Gignac.
Si volteamos al mejor futbol del mundo, esta misma variante la plasman, un partido sí y otro también, Marcelo y Carvajal en el Real Madrid. Y como dijera el historiador francés Hippolyte Taine: "Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas".
Ahora, la gran pregunta es: si ya conquistaron el Azteca, ¿qué les falta para conquistar los restantes estadios?
Del otro lado de la Ciudad, en el BBVA se han marcado penales en los últimos cinco partidos: el de Toluca en la jornada 17 se anotó; frente a Tigres se fallaron los dos en la Liguilla; el de América se anotó; en la Final se falló frente a Pachuca; contra Puebla se acertó y el sábado se volvieron a fallar otros dos.
El saldo de tres aciertos y cinco yerros desde los 11 pasos es alarmante. Pero el desempeño en general del equipo de Mohamed también ha perdido ese brillo inspiracional que les tapó todos los defectos en el torneo pasado. ¿A qué juega el Monterrey? Sólo con Pabon en la cancha, se puede explicar.
Quien crea que se puede dominar una liga acertando menos de 300 pases por partido, se equivoca.
Mención honorífica para Acosta y el portero Domínguez. ¿No cree usted?
PD. ¿Que el futbol vuelve loco al aficionado? Sí, porque como le dijo el Sombrero a Alicia: "La locura es el estado en que la felicidad deja de ser inalcanzable", Lewis Carroll.
Lo escrito, escrito está.
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