La salida de Leo Messi del Barcelona es una de tantas pruebas de que estamos viviendo la era del individuo.
Es una realidad, mucha gente está cansada de las instituciones y esa es la razón por la cual buscan instituciones con líderes visibles, o terminan identificándose con simples humanos en redes sociales.
Es normal que las grandes compañías estén batallando para adaptarse a las nuevas generaciones que, en su búsqueda de identificación, requieren de la imperfección para gancharse con algo.
Precisamente la imperfección es una característica humana, así que si no se van a atrever a que su marca tenga comportamientos humanos cómo equivocarse genuinamente o asumir posturas, lo que pueden hacer es tener directores, dueños o presidentes expuestos a la opinión pública.
Elon Musk con Tesla, Dana White con la UFC, Steve Jobs con Apple y Jeff Bezos con Amazon son ejemplos claros.
En la política también sucede; la gente está tan cansada de los partidos políticos que sus personajes han adquirido un peso sin precedentes; Trump en imagen es más que el partido Republicano, como Obama en el Demócrata, o AMLO y Calderón con sus respectivas asociaciones.
Entonces, si los humanos están ganando elecciones y no los partidos políticos, por qué no sucedería lo mismo en el terreno deportivo.
Lo que hemos vivido en los últimos días con el caso Messi es muy parecido a lo que hemos vivido cuando astros como LeBron James o Tom Brady han cambiado de equipo, en la NBA y NFL respectivamente.
En México, guardando toda proporción, el caso más parecido que encontramos es el de André-pierre Gignac, quien con su gran personalidad por momentos parece eclipsar a Tigres.
Tal vez es el momento de olvidarnos de aquella famosa frase que dice "nadie está por encima de la institución", ¿o no?
Estoy convencido que para que esta nueva relación entre institución y humano pueda funcionar necesita tener la colaboración de ambas partes.
O sea, que el status ideal para los tiempos es ser institucional hacia adentro, pero independiente hacia afuera.
Esto pudiera tomarse como una contradicción ideológica, pero en este caso no es así. Se trata de equilibrar los poderes asegurándose que tanto el personaje como la institución se valoran mutuamente y que aunque los métodos puedan cruzarse, ambas partes busquen llegar al mismo fin colectivo.
Para los verdaderos barcelonistas, debe ser un trago amargo que pasará con el tiempo, pero para los fans casuales, que son la mayoría, vendrá un crisis de identidad en la que seguramente comenzarán a consumir menos del Barsa.
Qué difícil será vender al Barcelona por el mundo sin Messi.
Twitter: @AldoFariasGzz |