Tenemos la costumbre de darle significado a ciertas cosas.
Medimos los años de vida para apagar las velas de un pastel, los de permanencia con la pareja, los títulos de el equipo favorito, los logros alcanzados.
Saber que el Estadio Azteca estaba por sumar diez mil goles es otra medida que tiene diversos significados.
El máximo templo del futbol mexicano ha tenido de todo en sus más de cincuenta años de vida.
Cada uno de esos goles despertó algún sentimiento y, para los aficionados al futbol, marcó momentos que no se olvidarán nunca.
El poder del gol es tan grande, que puede ser reproducido en nuestra mente con el máximo detalle una y otra vez.
Recordamos entonces con quién lo festejamos, cómo lo sentimos, la reacción que desencadenó en la tribuna y en los días siguientes a su consecución.
Cada quien tiene su particular colección de goles marcados en el Azteca.
Puede ser el de Carlos Alberto en la Final del 70 que cerró una goleada histórica para coronar a Brasil. O el de Diego en ese partido contra Inglaterra en el 86. El de Cuauhtémoc Blanco en la Final de la Confederaciones contra Brasil o el de México, angustioso, para sellar la clasificación al Mundial de 2002.
El de Carlos Reinoso a Hugo Gatti para ganar la Copa Interamericana, los de Fernando Bustos o Enrique Borja; los de Cabañas y Raúl, el autogol de Miguel Marín, los de Gignac o los de este Cruz Azul que regresa a casa. Los de Peláez y Aguinaga con el Necaxa, aquellos del Atlante que tan bien jugaba o los de la Sub 17 que dieron el segundo título mundial contra Uruguay.
Alguna vez jugaban en el Azteca cuatro equipos, incluyendo al Atlético Español, que tomó primero y le cedió después el lugar al Necaxa.
Sólo el acucioso trabajo de Ricardo Salazar, uno de los expertos en estadística futbolera más importantes de México, encontró que el número se aproximaba. Lleva años sumando gol por gol, partido a partido.
De Liga, de Copa, femeniles, juveniles, amistosos, de Eliminatoria. Sin contar las definiciones por penales porque esos no son parte del resultado oficial, sino de un criterio de desempate.
Y con ello, se le tendió la alfombra roja a Milton Caraglio, quien marcó ese gol para pasar, con la complicidad del azar, a la historia de esta numerología enorme y espectacular.
Perdimos o ganamos. Los gritamos o nos los gritaron. Gozamos o sufrimos. Y dejamos un poco de nuestra vida, de nuestros pulmones, de nuestro corazón, en los que nos ha tocado ver.
Difícilmente habrá otro estadio en el mundo con diez mil goles. Son como diez mil canciones, diez mil escenas inolvidables de nuestras películas preferidas.
Diez mil motivos más para hacer mas grande el estadio que más orgullo nos despierta como mexicanos.
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