Por supuesto que México no salió sin rasguños de la cancha del Soldier Field.
Sufrió sus momentos críticos con ese par de remates poco acertados de los estadounidenses, esa salvada de Guardado sobre la raya y el atajadón de Ochoa.
Y pudo perder, sí.
Pero la diferencia entre quien vence y es vencido no consiste en sufrir menos riesgos. Es salir de ellos y terminar haciendo algo mejor que el oponente: tener una clara idea de juego, sumar un mayor número de anotaciones, tener la personalidad para terminar imponiéndose para levantar el trofeo.
La Final de la Copa Oro tuvo varios momentos estelares bautizados con lo único que consagra que es la victoria, pero rodeados por una respuesta mexicana a los lances del primer cuarto del partido, cuando Estados Unidos sorprendió atacando a los verdes incisivamente.
El crecimiento constante de Rodolfo Pizarro es una de las mejores evidencias de este equipo.
El jugador de Rayados unió a sus habilidades técnicas un atrevimiento incesante para encarar e intentar las jugadas más difíciles y un criterio exquisito para leer el juego que le ubica en el siguiente nivel de calidad.
Dentro de un mes de buenas noticias en las que la Selección se sobrepuso a renuncias, lesiones y el tedio de un torneo en el que los rivales no siempre fueron tan retadores, sobresale el liderazgo de Andrés Guardado, el fuelle de "Chaka" Rodríguez para convertirse en un atacante más que en lugar de correr se desliza, y el papel protagónico de Raúl Alonso Jiménez que pone el mismo corazón para rematar que para correr. Y también para asistir sus compañeros menor ubicados.
Sería injusto no destacar el juego colectivo. Qué difícil es quitarle el balón a México.
Pero además, hay que subrayar lo que sabe hacer con él. Combina, prende fuegos artificiales, es sumamente solidario y si bien tiene las fallas históricas en el juego aéreo en la defensa, de la puntería en el ataque suena bien, huele bien y es el campeón de este torneo "obligatorio" que últimamente se había perdido más veces de las que se había conquistado.
Le queda bien el elogio a Gerardo Martino y a su cuerpo técnico por la congruencia entre lo hablado y lo ejecutado.
Y Estados Unidos deja claro el mensaje pese a las odiosas rabietas de algunos de sus jugadores: la nueva generación que se está fundando va a darle mucha lata a México, que también presenta nuevas caras que pese a sus virtudes, el tiempo debe confirmar.
Pulisic va a ser el nuevo Donovan, Mc Kinney una pesadilla y el Paul Arriola que no se parece al de Xolos, una amenaza.
Ambos seguirán creciendo mientras los demás rivales del área sufrirán por seguirles el paso.
México se llevó la primera de varias partidas que renovarán los votos de la rivalidad.
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