Por muy buen camino parece ir el proceso de la Selección Mexicana bajo el sensato mando de Gerardo Martino.
Aunque ganar la Copa Oro se antojaba materia obligada, tan importante como haberlo logrado resulta la forma en que se logró.
A pesar de los altibajos en el desempeño, y de haber ofrecido en las Semifinales la más floja de sus actuaciones, los tricolores supieron desplegar su mejor futbol en los 45 minutos más importantes del torneo, y con sobrados merecimientos consiguieron coronarse.
Es cierto que en el primer tiempo del partido final fueron superados por los estadounidenses, quienes desperdiciaron claras oportunidades de gol que de haber sido concretadas le hubieran dado a ese encuentro un rumbo distinto; pero también es indudable que en la segunda parte fue amplio el dominio ejercido por el conjunto mexicano, muy eficiente para hacer valer a plenitud su incuestionable supremacía en un renglón primordial en el futbol: el manejo individual y colectivo del balón.
Con Rodolfo Pizarro como magnífico organizador de los ataques, cada vez más comprometido en el cumplimiento de esa labor, la escuadra de Martino -con sus puntuales instrucciones del medio tiempo bien entendidas y ejecutadas- dejó plena constancia de la distancia que aún la separa y debería seguir separándola del resto de los "concakafkianos".
Puede cuestionarse la pobre exhibición ante los modestos haitianos, o los dubitativos lapsos ante los ticos, o la vulnerabilidad exhibida ante los estadounidenses en el primer tiempo, pero es obvio que a final de cuentas esta Selección Mexicana fue mejor que cada uno de los seis adversarios que enfrentó; y con futbolística claridad, por si dos de ellos tenían alguna duda.
En ese buen trabajo realizado, mucho ha tenido que ver -por supuesto- la inteligente y ecuánime mano de Martino.
Primero, el concepto de competencia bien entendido y para nada tergiversado: no se trata de que todos jueguen para "competir", sino de ganar en la competencia por cada puesto para así jugar.
Juegan los mejores, y conforme sigan siéndolo se van repitiendo alineaciones.
Además, cada uno juega en la posición que domina, realizando más o menos las mismas labores que al realizarlas en su club lo llevaron a ser convocado.
En cuanto a funcionamiento colectivo, primero se aspira a dominar una formación y una manera de jugar; y a partir de ese dominio se van encontrando las necesarias fluidez y flexibilidad en el desempeño como equipo, algo que fue cabalmente demostrado en esos 45 minutos finales.
Así va este alentador proceso tricolor rumbo a Qatar 2022, que indudablemente ha iniciado con el pie derecho.
A ver por dónde se encamina y en qué acaba.
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