Un 4 de noviembre de 1962 se disputaba el primer Gran Premio de México.
La victoria de Jim Clark se vio empañada por la muerte del joven piloto Ricardo Rodríguez. La prometedora carrera del volante mexicano terminó en un accidente en la que era una de las curvas más desafiantes y temidas de la F1: la peraltada.
A casi 57 años de aquella carrera, el ahora conocido Autódromo Hermanos Rodríguez ha superado circunstancias que le permiten ser parte del calendario actual de la F1.
Sin embargo, el gigante se hizo viejo.
En una actual Fórmula Uno carente de espectáculo, el trazado del circuito mexicano no colabora para ser testigos de emparejamientos en las "eses" o de aquellos rebases tipo Mansell en la entrada de la desaparecida curva peraltada. Incluso contando con una de las rectas más largas de la temporada es complicado ver adelantamientos a la entrada del complejo Moisés Solana.
Desde el punto de vista de los aficionados, sus instalaciones y amenidades resultan incómodas. Las actuales condiciones políticas y económicas del País, no permiten, en el corto plazo, contar con una pista nueva que se adecue a la modernidad de la F1.
Aún con todo lo anterior y gracias a toda la entrega y entusiasmo de los "race fans" mexicanos, nuestro Gran Premio es catalogado como el mejor del calendario. Ojalá llegué el día en que la pista acompañe al espectáculo que se genera en las tribunas.
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