El pasado mes de enero se cumplieron 23 años desde la última vez que los Vaqueros de Dallas ganaron un Super Bowl. Aquel 28 de enero de 1996, Jerry Jones tenía poco menos de 7 años al frente del equipo y levantaba el trofeo Vince Lombardi por tercera vez en cuatro temporadas, tras haber derrotado a los Acereros de Pittsburgh en el duelo por el título de la NFL. Con tan solo 53 años de edad, Jones había conseguido lo que ningún otro dueño en la historia de la Liga, y el futuro del equipo de "La Estrella Solitaria" lucía tremendamente alentador. Sin embargo, a pesar de que hoy en día no hay en todo el mundo una franquicia más valiosa, Jones ya tiene 76 años y no ha vuelto a ver a su equipo en un Súper Tazón.
Es por ello que Jones ha declarado recientemente que no hay nada que se compare con la victoria, y que antes que hacer crecer su fortuna en mil millones de dólares, le gustaría darle a los Vaqueros el sexto título de su historia. Ahora bien, es importante señalar que la urgencia por ganar de quien toma las decisiones y firma los cheques en una institución deportiva, puede tener un doble efecto.
De entrada, estoy seguro que Jones hará hasta lo imposible por asegurar la presencia en el equipo de figuras fundamentales como DeMarcus Lawrence, Amari Cooper, Ezekiel Elliot y Dak Prescott. Además, seguramente aprovechará el draft y la agencia libre para sumar piezas que puedan convertir a Dallas en un equipo contendiente. Sin embargo, si los resultados no llegan en el corto plazo, un hombre que está cerca de cumplir los 80 años y ve que el tiempo para volver a festejar un campeonato se agota, puede ser capaz de tomar decisiones radicales con consecuencias negativas. Por ejemplo, Jason Garrett no tiene segura su permanencia más allá de la temporada de 2019. Y aunque en principio suena lógico que se le exijan resultados para darle continuidad a su proyecto, la decisión de no renovarle el contrato puede haber comprometido su autoridad en el vestidor de cara a la próxima campaña.
Así las cosas. Los próximos meses serán fundamentales para el futuro de una institución en la que la paciencia, tanto de sus propietarios como de sus fanáticos, parece estarse agotando. Y eso, no siempre garantiza buenos resultados.
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