Creo firmemente que como fuiste de jugador, serás como técnico.
Y Miguel Herrera fue un jugador brusco, poco hábil con la pelota, terco y problemático, quizá el alumno menos completo de Ricardo La Volpe.
Como técnico, la historia es muy similar, reclamos, excusas, pocas variantes técnicas y expulsiones frecuentes. Un gol heroico de Moisés Muñoz le cambió la vida y resto de sus logros los sabemos todos.
No hace mucho, Herrera comentó que deseaba ser el Alex Ferguson del América, sin embargo un gran sector del americanismo no comulga con Miguel, con sus favoritismos y porque da la impresión que la mística del club se impone sobre su esquema táctico en los momentos importantes.
Pero hay un hecho innegable, desde que llegó, el América se acostumbró a ser un equipo ganador.
Quizá las formas, ¡las malditas formas!, son lo que al aficionado americanista le molestan, un sector del americanismo, romántico, que vive aún nostálgico recordando al equipo de Mario Carrillo, y no se diga al de Leo Beenhakker, le implora a Miguel que su equipo juegue así.
Herrera dirige a su gusto de pies a cabeza el América en estos momentos y solamente un descalabro mayor provocaría que el dueño decidiera cesarlo.
Para bien o mal, creo que hay Herrera para rato.
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