Que difícil hubiera sido defender el juego del Tri contra Costa Rica si no hubiera ganado en ese final de emociones extremas.
Que complicado aplaudir la vocación ofensiva del equipo, la manera en que presiona al rival para quitarle el balón donde sea y esa facilidad para combinar a primer toque, a máxima velocidad, que en algún momento nos regaló una triple pared dentro del área en un dechado de técnica individual y colectiva.
Si en la serie de penales la brava Costa Rica hubiera vencido, existiría tal ruido que impediría cualquier conversación.
Es claro que en cualquier partido hay errores, que la zaga central de México carece de los Claudio Suárez o Rafa Márquez del pasado y que Memo Ochoa se vistió de héroe para evitar que los ticos de Gustavo Matosas cumplieran una promesa que parecía osada.
Ambos equipos dieron un partidazo de final cardiaco con un justo vencedor.
Pero la manera en que se opina de la Selección Nacional tiene un ingrediente pasional que debería estar prohibido para los profesionales del micrófono y de la pluma...sin embargo existe porque vende y en estas épocas de vacas flacas eso es más importante que la verdadera calibración de las ideas.
Para muestra, lo que sucedió con ese penal en la Copa Oro de 2015 contra Panamá que anotó Andrés Guardado tras gran polémica por una mano dudosa de Román Torres dentro del área.
No hay que recurrir siquiera a la memoria: basta consultar en internet lo que se dijo en esa Semifinal y cómo se dijo.
A Guardado se le pidió que fallara el penal, al árbitro se le dijo que le estaba entregando el partido a México porque así convenía a los intereses del torneo, varios sacaron las matracas panameñas para apoyar la duda del "Bolillo" Gómez, encargado de la Selección rival, que amenazaba con retirar a su equipo del campo.
¿Por qué el sábado, en condiciones tan similares de un penal marcado en el que no hubo falta, en el que se comprometió el triunfo mexicano y en el que el destino puso a cada quien en su mismo lugar, pero del otro lado de la circunstancia, nadie pidió que Bryan Ruiz fallara el penal y el Tri hiciera un escándalo?
El tiempo es sabio y recuerda que es más fácil defender lo superficial y que lo más complicado de salvaguardar son las ideas, la esencia del juego y la visión más neutral posible.
Tanto aquella vez como ésta, se calificaron equivocadamente dos situaciones difíciles de un partido. Nada más, nada menos.
México entusiasma en un torneo de bajo nivel en el que por fin encontró un buen rival.
Juega bien pese a sus errores, defiende sus ideas y apagó una fogata en que la derrota hubiera quemado parte de lo construido.
Bendito triunfo que permite verlo todo sin ese acostumbrado humo en los ojos.
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