He de compartirles que la portada que presentó ayer CANCHA, además de ser un buen ejercicio periodístico, logró conmoverme.
Ver a dos peloteros mexicanos flanqueando a su manager -que no se si ya me cae mejor o no- con nuestra enseña patria orgullosamente sostenida, es un mensaje que nos viene bien a todos.
México lastimado, dudoso, incierto, necesita imágenes que nos permitan creer en nosotros mismos.
Aunque los medios estadounidenses releguen al cuarto plano lo importante que fueron nuestros lanzadores para que los Dodgers ganaran una nueva Serie Mundial después de 32 años, sabemos del valor que la participación de Víctor González y Julio Urías tuvieron para conseguir el título.
Cada quien lee el libro como quiere, pero en épocas en Estados Unidos en que se pelea por la inclusión, el papel de ambos tendría que tomar una relevancia mucho más importante.
La participación mexicana en la Serie Mundial ha sido decisiva y comprueba que el anonimato mediático que el beisbol sufre en nuestro país, es de lo más injusto.
Mientras seguimos a nuestros futbolistas en su estancia europea con la mayor indulgencia, nuestros triunfantes peloteros parecerían no merecer un juicio similar. No enterarnos de ellos es una insana y asidua costumbre.
Fernando Valenzuela ofrece el ejemplo de lo imposible y con ello se ha convertido en una leyenda viviente.
Da cuenta de los sufrimientos, vicisitudes y angustias que debe sufrir el pelotero mexicano en un entorno en el que no siempre es bienvenido.
El "Toro" aconseja, está pendiente y cuida a los peloteros mexicanos que puede tener a la mano para llevarlos a la misma excelencia lograda por él mismo.
Solamente por hacer la analogía, ¿cuántos futbolistas mexicanos han "adoptado" a alguien para salvaguardar su futuro?
Las respuestas serán mínimas, si acaso las hay.
El futbol es sectario, impredecible y cada quien ve por lo suyo: No ofrece una respuesta integral a sus problemas.
El ejemplo de las Grandes Ligas es inspirador con nuestros peloteros. Trabajan en equipo, empujan para lo mismo y sentirán orgullo por su ejemplo de contribución hacia los demás.
Será posible, en un cambio generacional, que el futbol tome ejemplo y sus integrantes sean capaces de lograr la solidaridad que como rasgo humano vemos en deportes ajenos.
La idea de una bandera compartida entre dos peloteros flanqueados por su manager no debería ser solo una ilusión aislada.
Ese orgullo tiene que extenderse para recuperar un valor patriótico que parece estar extinguiéndose.
Volviendo a la portada de ayer, hubiéramos deseado que se rompieran las barreras y pudiéramos disfrutar un espectáculo más leal y terso.
Sin prejuicios ni nacionalidades.
Eso si que sería un avance.
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