Resulta difícil separar deporte y política. En circunstancias normales, estaríamos hablando con intensidad similar tanto de la Fórmula 1 en México, como de El Clásico del futbol español.
El primero, a pesar de verse amenazado por el actual Gobierno mexicano, pudo sacudirse de la política y continuar siendo el mejor evento deportivo en el País sin importar la austeridad de la 4T, o de ser objeto de crítica y señalamientos.
El segundo, el Barcelona vs. Real Madrid, no pudo salvarse de la extrema politización que representa. El conservador contra el liberal, el español contra el catalán, unión contra separatismo.
Al hincha culé y ciudadano de Barcelona se le negó la oportunidad de demostrar su civismo y de abogar por la paz. Resultando, no de manera sorpresiva, en que todos los ojos del mundo estén atentos en diciembre a un encuentro que ya no llamará la atención por su futbol, sino por la expectativa sobre aquello que sucederá en las gradas.
Un partido de futbol no es más importante que el bienestar y la seguridad de sus seguidores, pero en circunstancias normales, podríamos disfrutar del deporte por lo que es, y no por los ideales políticos que se entrometen con él.
Alberto Hernández es estudiante de Comunicación en la UP.
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