¿Cómo comenzó esta afición? Ni yo mismo lo sé, pero sí lo investigué.
Fue hace 28 años, una semana antes de iniciar la temporada 91-92, cuando tuve mi primer contacto con el futbol gracias a mi padre, el culpable de encontrar en el futbol y en Cruz Azul el espacio perfecto para vivir intensamente las emociones que provoca el balón.
Mis juguetes navideños siempre fueron balones y porterías, pretextos perfectos para salir del anonimato y convertirme en Julio Zamora o Carlos Hermosillo haciendo goles en el patio de la casa donde religiosamente me vestía de azul.
Para mí, Cruz Azul se convirtió en aquella cita con tu novia donde al verla no existe un guion ni un orden. En mi caso, llego al estadio desconociendo cómo será la velada donde las palpitaciones se activan y los sentimientos se revolucionan al ver a mi equipo saltar al campo.
Hoy soy ese aficionado tan sufrido y castigado por la opinión pública y nuestros jugadores. Soy de los que frente al televisor y en la tribuna ve pasar intentos frustrados y burlas interminables del equipo rival, pero a pesar de la escasez de títulos, mantengo intacta la ilusión de que muy pronto levantaremos la anhelada novena.
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