No podría haber sido de otro modo. El domingo por la tarde, a través de un mensaje en Instagram, Rob Gronkowski confirmó lo que desde hacía varias semanas era un secreto a voces. Su carrera en la NFL había llegado a su final con el triunfo de Nueva Inglaterra sobre los Carneros en el Super Bowl LIII. Las redes sociales, en donde tantas veces Gronk fue "trending topic" gracias a sus logros deportivos, pero también a su personalidad arrolladora, polémica y carismática, explotaron de inmediato.
Su lugar como uno de los más grandes en la historia está asegurado. A pesar de que "solamente" jugó 9 temporadas, y solamente una vez se mantuvo sano durante los 16 partidos de la campaña regular, su presencia en el campo de juego siempre fue una pesadilla para las defensas rivales gracias a su físico portentoso y a una habilidad para correr trayectorias y atrapar el balón fuera de serie para un tipo de su tamaño. Además, supo aprender a ser útil en el juego terrestre y terminó siendo una pieza invaluable de la brillante maquinaria diseñada por el irreemplazable coordinador de la línea ofensiva, Dante Scarnecchia.
Pero más allá de haber sido el mejor ala cerrada de su generación, Rob Gronkowski debe ser reconocido por haber sabido mantener los pies pegados a la tierra. Es cierto que algunas veces su estilo de vida pudo haber encendido focos amarillos en la oficina de Bill Belichick, pero a decir verdad, nunca estuvo inmiscuido en un escándalo que afectara su rendimiento dentro del campo y, en cambio, su presencia en el vestidor siempre fue una influencia positiva para sus compañeros.
Por otra parte, es de admirarse que hasta el día de hoy no haya gastado un solo centavo de los más de 53 millones de dólares que los Patriotas le pagaron por concepto de sueldos y bonos durante su carrera profesional. Como una medida de disciplina financiera y personal, Gronkowski únicamente ha gastado parte del dinero que ha recibido por concepto de patrocinios y apariciones especiales, y lo cierto es que aun así, podría decirse que lleva un estilo de vida sencillo y hasta cierto punto austero.
Por todo lo anterior, Gronk deja un hueco muy difícil de llenar. Se va un deportista de excepción, un compañero ejemplar y un tipo sencillo. Pero además, dice adiós alguien que supo divertirse y pasarla bien, convirtiéndose, quizás sin pretenderlo, en un ícono cuya fama e influencia trascendió el ámbito de la NFL.
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