Aburrido sugiere que no pasa nada; en el beisbol sucede lo opuesto: acción, intriga, situaciones inesperadas... Experimentamos un sinfín de emociones en cada pitcheo, swing o reacción defensiva.
La magia del beisbol se vive a través de las infinitas posibilidades que esperamos (o no) que ocurran. Los amantes de la pelota saben de qué hablo, y si no tienes idea ¡Debes vivirlo!
Es una adicción saludable, porque se sufre y los nervios se destrozan, pero la alegría que se vive y la adrenalina que embriaga al salir del parque valen toda la pena.
Piénsalo así: si gritas con un hit o un homerun; si aplaudes desenfrenadamente cuando el contrincante abanica y se poncha; si el entusiasmo brota de inmediato cuando observas un doble play o una gran atrapada en los jardines... ¡Imagínate cuando ocurren maravillas como un squeeze play o un robo de home! Es difícil superar tales escenas, las revives una y otra vez y te emocionas como si volvieras a verlas.
Eso es lo que hace el beisbol: te enamora, te cautiva, te hipnotiza y 108 cosas más. Es cierto que también hay días agotadores: dobles jornadas, extra innings y demás, sin embargo son experiencias que contarás con orgullo porque te quedaste hasta el último out.
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