¿Qué razones encuentran los aficionados al Cruz Azul para mantenerse estoicos y leales a pesar de los abominables e inciertos momentos que atraviesa el equipo?
Seguramente las mismas razones por las cuales alguien paga un boleto para subir a una montaña rusa o las causas por las cuales en un bar, se puede observar a un puñado de amigos entrelazados retorciéndose entre ligeras descargas eléctricas. En el sufrimiento se encuentra algo de placer; en el placer, algo de sentido y en el sentido, un sentimiento.
Ser de Cruz Azul es saber que la salsa de habanero genera estragos e irritación, pero a la botella ya le queda poco porque se la ha puesto a todo. La clara demostración de superioridad y valentía a través del reto. Hasta dónde puede llegar mi bravura y atrevimiento ante los demás. Soy de Cruz Azul y por lo tanto soy fuerte. Soporto descargas, mareos e indigestión.
Según Iñaki Piñuel, autor del libro "Las 5 Trampas del Amor", el deseo humano se refuerza si encuentra oposición y se debilita tras la consecución. Ser aficionado al Cruz Azul sabiendo que el desenlace es más que obvio, sabe a obstáculo, a prueba, a correr un maratón con los pies descalzos o a un amor platónico.
Dicen que cuanto más dificultad por tener a la persona que nos gusta, más grande será el deseo de añorarla aún con escasas posibilidades de alcanzarla. El sentimiento por el equipo se vuelve terquedad y es directamente proporcional a la dificultad de que se concrete el objetivo.
Con Cruz Azul, lo inalcanzable es parte de la esencia y lo intangible es su ilusión.
Quizá, cuando el título o el beso sea real, la magia se perderá.
Cruz azul es la cucharada extra de salsa de chile manzano. Es subir a la montaña rusa más desafiante. Es ver por décima ocasión la película que más te hizo llorar de niño y que de adulto te sigue sacando lágrimas.
Con las absurdas decisiones, las luchas de poder y el negocio por encima de lo deportivo, ser del Cruz Azul es masoquismo al corazón.
Por eso es que a pesar de las circunstancias y los gigantescos letreros que advierten una y otra vez : "Con Cruz Azul se va a sufrir", su fidelísima afición se levanta y regresa porque ya sabe cómo contrarrestar la derrota. Suaviza el fracaso como lo hace el que lleva antiácido en el bolsillo porque padece gastritis cuando lo mejor sería evitar el picante.
El aficionado sigue pagando un boleto a pesar de lo deteriorada que está la montaña rusa. Las maderas crujen tenebrosamente cada vez que pasa el carrito a grandes velocidades. Los cimientos se estremecen. Se mantiene en pie por la historia y por lo que fue cuando llegó a ser la atracción más visitada de la feria.
Aún así... todavía hay gente formada con boleto pagado y cargando botanas con una salsa a la que se salen llamaradas.
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