En México existe la costumbre de ser lo más atentos posible, por lo menos de dientes para afuera.
Así, el declarar: "mi casa es tu casa" aunque jamás invitemos a nadie a ella para tomarse ni un café. Otra costumbre es la de decir: "después de usted" para ceder el paso, aunque en el Periférico le echemos la lámina al que nos quiere ganar la entrada o tengamos ese síndrome del cangrejo en el que a quien está hasta arriba -dice la leyenda muchas veces citada por Hugo Sánchez- hay que jalarle la pata para que no vaya a salir a la superficie del éxito.
El futbol, para no atentar contra algunos de esos peculiares rasgos de nuestro decir y hacer, también aporta los suyos.
Uno de ellos es el "apoyo total a la Selección Nacional".
Cada vez que se reúnen los dueños de los equipos o los principales directivos que los representan, lanzan ese conmovedor edicto que debería ser cancelado del léxico de pantalón largo, como lo hacen las Academias de la lengua cada vez que una palabra cae en desuso: la mandan al cementerio de las letras.
Ganar oro en futbol panamericano no es fácil, aunque el buen inicio de la delegación mexicana en Lima pueda contagiar el ánimo.
En toda la historia, México ha ganado cuatro medallas de oro en futbol varonil panamericano, de las que dos se consiguieron en casa: en 1975 con un venturoso apagón que hizo compartir el título con Brasil y en Guadalajara 2011 con Luis Fernando Tena al frente.
Los triunfos en Winnipeg 1967 y 1999 son memorables y permiten que México sea el segundo lugar en títulos de futbol panamericano, detrás de Argentina -el rival de hoy- que suma seis.
De ninguna manera pretenden estas líneas consolar o justificar el empate con Panamá con todo y el penal fallado por Godínez al 93', que daba para llegar con un triunfo al segundo partido.
Pero si es un recordatorio de que una vez más -como le sucedió a Diego Ramírez en el Mundial Sub 17 de Polonia y a todo aquel que dirigió a una Selección con límite de edad-, lo del apoyo a la Selección volvió a ser una mala broma porque los clubes, aludiendo otra vez al cangrejo, ven por lo suyo y los Panamericanos, en términos generales, les importan un rábano.
Jaime Lozano tiene que trabajar con un plantel al que le falta por lo menos el cincuenta por ciento de los jugadores solicitados originalmente. De nueva cuenta, no participa México con lo mejor que tiene.
Que varios de los futbolistas que podrían estar participando en Lima son titulares o suplentes en sus equipos, es una buena noticia. Que se falte al compromiso que ayudaría a hacer mejor a un seleccionado en una competencia internacional que también los hace madurar, es lamentable.
Por lo pronto, hay que ganarle a Argentina. Luego hacemos cuentas.
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