Esperemos que en esta Jornada 4 no sea tanto tema el arbitraje.
Porque son excesivos los espacios reservados para hablar de los "hombres de negro", en detrimento del análisis del juego mismo.
El asunto se complica cuando a los inevitables errores del árbitro se les añade la falta de honestidad de los distintos protagonistas del juego.
Sólo se mencionan esos errores cuando perjudican y para nada cuando favorecen.
Una convenenciera y ventajosa postura tradicionalmente asumida por quienes utilizan al árbitro como escudo para justificar los propios errores o fracasos.
En el intento de erradicar esa endémica y nociva costumbre, bien haría la gente de futbol en asumir -aunque sólo sea en ese renglón- actitudes más maduras.
Antes de opinar sobre un partido, con la mayor frialdad posible determinen si el resultado del mismo fue el que ambos equipos merecían de acuerdo al futbol desplegado por cada uno; y si así fue, ni siquiera se detengan a pensar si el árbitro se equivocó o no, ni a favor de quién.
Si no encuentran otra forma de hacerlo, a manera de desahogo critiquen el trabajo del árbitro en turno solamente cuando estén seguros que los errores del nazareno provocaron un resultado distinto al que ambos contendientes merecían.
Entiendan la labor arbitral como parte de los imponderables del juego, pero no la utilicen como velo que pretenda ocultar la propia incapacidad. Porque una cosa es señalar los errores arbitrales, y otra muy distinta enarbolarlos como el eterno y comodino pretexto del perdedor.
Para adquirir el derecho de reclamar por las equivocaciones arbitrales que perjudican, primero tengan la decencia de señalar las que favorecen.
Mientras maduran, seguiremos a la espera de jugadores, directores técnicos o dirigentes que al término de un partido ofrezcan declaraciones como las siguientes: - "Debemos reconocer que gracias a dos o tres errores arbitrales que nos favorecieron, hoy ganamos un encuentro que merecíamos empatar o perder" - "Mi entrada era de tarjeta roja, pero para mi fortuna el árbitro no la vio, o no supo juzgarla".
- "Me arrepiento de haber cometido esa bajeza con mi adversario, y por lo tanto merezco un castigo, me hayan 'cachado' o no los árbitros y las cámaras".
- "Los errores arbitrales a veces nos perjudican y a veces nos favorecen, pero como técnico yo reconozco que me equivoqué en el planteamiento, o al realizar esos cambios".
- "No pienso hablar del árbitro porque de cualquier forma el adversario fue mejor que nosotros y su victoria es inobjetable".
¿Quién se anima y hasta cuándo dejará de ser el árbitro el recurrente pretexto para justificar derrotas que en realidad suelen tener su origen en la falta de capacidad de quienes las sufren?
A ver hasta cuándo.
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