Faltan pocas horas y la pasión por los colores de Rayados y Tigres se respira en cada esquina.
Es tan fuerte el deseo de ver ganador a su equipo que casi siempre los traiciona.
Tigres goleará 5-0 me dijo un aficionado felino, mientras un animado rayado me aseguraba y me apostaba su casa a que no será Tigres quien le quitará el invicto al Monterrey en su nuevo estadio.
Por obvias razones no acepté la apuesta.
Cada quien tiene un favorito y me pregunto: ¿a poco todavía existe alguien que cree que en un Clásico Regio hay favorito?
No nos confundamos, el deseo sólo considera los colores y el amor que tiene un aficionado hacia su equipo.
El favoritismo tiene la magia de basarse en un adecuado orden táctico, en la calidad individual, en el futbol asociación, en el equilibrio, tanto emocional como futbolístico y en el momento anímico con que llegan a este encuentro.
Pero cuando de un Clásico Regio se trata, el favoritismo pierde su esencia, simplemente no existe.
No importa la goleada sufrida por los Rayados frente al Cruz Azul o el horrible partido que dio Tigres frente al Real Salt Lake, la historia nos ha enseñado que esta batalla futbolística resulta ser indescifrable llegar jugando bien no asegura el éxito y estar jugando mal nunca ha sido sinónimo de fracaso.
Debemos considerarnos afortunados por tener a dos de los mejores equipos de México bajo el mismo techo, es cierto que en sus últimos partidos nos ha decepcionado, pero también es cierto que la calidad estará regada por todos los rincones de la cancha.
La intensidad, la motivación, el honor, la vergüenza profesional y el lucimiento individual, entre otras cosas, invitarán a cada jugador a dar lo mejor de sí y no me refiero sólo en cuanto a entrega.
No se trata sólo de quién pone más "productos de gallina", como dijo Aldo De Nigris, a ese importante ingrediente, no niego, hay que agregarle paciencia, orden colectivo, concentración, comunicación y, sobre todo, control emocional.
Al mencionar control emocional de inmediato se me viene a la mente Edwin Cardona, acostumbrado a destacarse en casi todos los partidos se desconcentra y se desespera cuando las cosas no le salen bien.
Su frustración llega a ser peligrosa, al grado de arriesgar el trabajo de sus compañeros.
Aguas, Cardona, y de paso le recuerdo lo mismo a Torres Nilo; estaría bien que ambos equipos terminaran con 11 en la cancha.
El miedo, que se hizo famoso hace un par de semanas, no existe, pero el respeto por el rival a veces se convierte en algo tan grande como la propia rivalidad que hay entre ellos.
He comparado los defectos y virtudes de ambos equipos y llegué a un equilibrio de fuerzas que me impide arriesgar un marcador, pero creo que la localía hará la diferencia.
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