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Pensar vs. Sentir
Mario Castillejos | 22-04-2016
en CANCHA
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Cuando recibieron el gol de Benedetto, los Tigres jamás calcularon que al partido aún le faltaban 130 minutos. Eso de "es los mismo perder por dos que por uno", aquí no aplicaba.

El equipo de Ferretti se dejó llevar por la sensibilidad de una tribuna que lejos de pensar, siente, y un vez que los de la cancha fueron impregnados por la sensibilidad de sus seguidores, todos olvidaron que, en apego al criterio del "gol de vista", convenía más anotar el anhelado 1-1 en la cancha del Azteca, antes que en la del Universitario.

El primero en tirarse a la aventura quemando las naves fue quien suponíamos era el más sabio de la tribu: Juninho.

Luego, el error arbitral salvó de la quema a Nahuel, cuando éste se sintió kamikaze en su fallido intento por cortar una jugada en el medio campo.

Ayala, en solitario, salvó otro mano a mano en propia área.

El 2-0 se quedó corto frente a la cantidad de concesiones que otorgaron unos inconscientes Tigres. Los efectos de recibir gol en casa fueron devastadores. Ahora, el equipo, lejos de necesitar hilvanar un titipuchal de pases, necesita un montón de anotaciones.

Simple y sencillamente, la ignorancia venció a la lógica en el partido de ida. "Sentir y pensar es como el ciego que guía al cojo" (Franz Grillparzer).

Y alrededor de todo esto, la figura de Ferretti se mantuvo más tiempo en el banco que en la zona técnica.

El proyecto de armar el mejor equipo de México nació con un culpable antes de que se cometiera el delito.

El delirio de las masas por ganar todo, y siempre, está próxima a cobrar otra víctima, pero antes de llegar al Azteca falta conocer lo que pasará frente a Santos en la Liga.

El futbol que están practicando los Tigres los tiene al borde de dos sonoros fracasos.

El "Fuera Ferretti" que del silencio de la tribuna pasó al murmullo y después al clamor se está convirtiendo en una pandemia de la cual sólo se conocen dos remedios:
Uno es ganar, ganar y volver a ganar practicando los conceptos que lo llevaron a grandes instancias.

Dos, nada más sencillo que un milagro donde nadie tiene que mover un dedo y, de repente, sale humo sin entender su procedencia. Y cuando éste se despeja, los rivales descubren que fueron goleados.

PD. Que nos sirva de lección: "si el corazón pensara, dejaría de latir". Alberto Méndez, Los girasoles ciegos.

Lo escrito, escrito está.

 
 
Twitter: @castillejos_m
castillejos@elnorte.com
 
 
 
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