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Dos tipos...
Mario Castillejos | 20-02-2016
en CANCHA
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En un partido donde Tigres mostró sus acostumbradas virtudes, pero también sus recurrentes defectos, los 23 remates (sólo siete de éstos con dirección a portería), los 456 pases (sólo 370 de éstos acertados), el 59.8 por ciento de posesión, los dos goles anotados y el hecho de jugar contra 10 queretanos durante 12 minutos, apenas fueron suficientes para traerse un punto a casa.

El equipo de Ferretti ha recibido cuatro goles en sus último dos partidos y este hecho representa demasiado daño si consideramos que Tijuana y Querétaro están muy lejos de ser equipos protagonistas, aunque el origen de los tropiezos se produce por la pérdida de tino en el manejo de la pelota, en otras palabra, al tratar de ser más verticales perdieron precisión. ¿No cree usted?

Entrando de lleno al partido de hoy entre Rayados y Veracruz, mientras Cardona y Pabon continúen comportándose como si estuvieran jugando en las calles de su barrio en Colombia, la prensa, el aficionado y los televidentes tendremos asegurado el espectáculo.

Entre ramblas angostas, coches aparcados, aceras fracturadas, postes y telarañas de cables techando una improvisad a cancha, sólo el niño futbolista tiene jurisdicción para incrustar la pelota por un viejo portón.

La infancia de Dorlan y Edwin no pudo ser de otra manera.

¿Cuántas horas pasaron divirtiéndose en esas condiciones?

De seguro muchas, porque sólo el que tiene imaginación saca de la nada un mundo, sin percatarse en ese momento que las mismas carencias serán su mejor instructor.

Por ser chaparrón y de complexión delgada, me imagino que el instinto de supervivencia orilló a Dorlan a desarrollar esa extraña habilidad para golpear el balón sin avisar.

No tengo duda que las porterías donde intentó sus primeros goles fueron muy pequeñas. ¿O dígame usted, de qué otra manera se puede aprender a hacer lo que él hace hoy?

En cambio Cardona, por ser el más corpulento de la banda, de seguro disfrutó escondiéndoles la pelota al resto de los mocosos que lo acosaban.

Sus desgastados zapatos, o posiblemente sin ellos, le dieron tacto para sobar el balón con todos los ángulos de sus pies, como quien da consuelo a un ser extremadamente preciado.

Sin duda que el mago ejercitó sus trucos entre latas y calles empedradas. Eludir rivales con la pelota fue el único gesto de poder que transformó en figura al grandote del "ghetto".

El secreto de la genialidad es el de conservar el espíritu de niño que te hacía jugar en las peores condiciones posibles. No es la perfección, sino la originalidad.

Los rivales, hoy, se conjuran contra él, levantado bardas con leyendas que dicen: "De aquí no pasarás", pero él los vuelve a sorprender, y pasa.

PD. Señores, si el entusiasmo de éstos no merma, hoy gana Rayados. Lo escrito, escrito está.

 
 
Twitter:@castillejos_m
castillejos@elnorte.com
 
 
 
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