Alguna vez los ingleses, con la distinción de haber reglamentado el futbol, pensaron que nadie merecía medirse a ellos. Eran superiores.
No aceptaban partidos contra ningún rival, hasta que un día decidieron recibir a una maravillosa Selección húngara que les pasó por encima y los puso en su sitio.
El aislacionismo británico terminó haciéndole mucho daño. Los clubes y Selecciones de otras partes de Europa crecieron, compitieron entre si y le sacaron buena ventaja técnica y estratégica a los futbolistas de la isla.
No es que esto sea comparable con lo que le está sucediendo a México tras dejar la Copa Libertadores y la Copa América, torneos en los que adquirió roce, vitrina y prestigio. Pero si es análogo a que de repente dejó de jugar, salvo en los torneos oficiales de Concacaf.
Las escalofriantes eliminatorias de cada Mundial, los obligatorios torneos de clubes de la zona y los amistosos anuales de rigor en Estados Unidos completaron sus horas vacías.
Los intentos del futbol de Estados Unidos de hacerse sólido tienen ahora en la MLS una plataforma que ha sido estable pese a que su mayor crecimiento data de los últimos años.
Y México, para evitar el aislacionismo en el que podía caer tras terminarse el sueño sudamericano, acordó intensificar los partidos entre clubes de uno y otro lado de su frontera norte.
La jornada cero que desde hace algunos años se juega en Estados Unidos entre los campeones de Liga y Copa se ve ahora incrementada con mayor actividad como la de anoche, entre Atlanta y América.
El duelo entre el campeón de la MLS y uno de los dos del último año en la Liga MX -tras derrotar al otro, Tigres, en la semana citada- se enfrascaron en un tremendo partido de enorme velocidad, volteretas, llegadas continuas y feria de goles.
América, bien lo dice su técnico, cometió muchos errores. Atrás y adelante. Pero muchos de ellos los provocó un rival lanzado al frente, con enorme velocidad, dos o tres cracks de gran nivel y una tribuna que le alentaba.
Entre Atlanta y América tejieron un partido vertiginoso y memorable que cumplió el cometido: inaugurar rivalidades, esperar revanchas, medir fuerzas y de paso, disputar una copa que hoy no tiene mucho significado porque apenas se han jugado dos -la que ganó Tigres a Toronto y esta- pero que puede ser la piedra fundamental de una nueva construcción.
En Estados Unidos se suelen trabajar los proyectos con dinero y paciencia. La MLS es el caso.
El dominio sigue siendo mexicano según dice el torneo de clubes campeones de la zona, pero la lección esta ahí: no hay que menospreciar porque nuestros clubes se sepan mejores.
Como sucedió entre Selecciones, la historia da avisos de que las cosas pueden cambiar.
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