Durante los últimos 30 años, ha aumentado la preocupación por los problemas asociados con la práctica del ejercicio en un ambiente contaminado que dificulta el rendimiento deportivo.
El monóxido de carbono, cuando se respira, entra rápidamente en la sangre y puede resultar letal. La afinidad de la hemoglobina por este gas es aproximadamente 250 veces mayor que su afinidad por el oxígeno. Existe una reducción en el consumo máximo de oxígeno con incrementos de los niveles de este gas en la sangre hasta que los niveles se superan el 4.3%.
El ozono cuando su concentración en el aire inspirado es alto. El consumo máximo de oxígeno se reduce después de 2 horas de ejercicio con la exposición a 0.75 ppm de ozono, por la disminución de la transferencia de oxígeno a los pulmones, como consecuencia del reducido intercambio de aire alveolar.
El dióxido de azufre y el ejercicio sabemos que los niveles en el aire de este gas superiores a 1.0 ppm perjudican el rendimiento por ser un irritante del conducto respiratorio superior y de los bronquios.
Es preciso establecer normas a nivel nacional y controlar el aire en consecuencia. Aumenta la certeza de suspender todos los juegos y prácticas deportivas cuando los niveles de contaminación ponen en peligro la salud de los deportistas.
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