En la mayor parte del mundo, cada vez que un futbolista sale a hacer su trabajo, se somete a una enorme lupa en la cual se le disecciona y critica por miles de aficionados como si fuera un ratón de laboratorio.
Pero el marcado contraste que se vive en Monterrey, donde al jugador se le endiosa desmedidamente fuera del campo, genera un interesante reto para quienes invierten buena parte de su presupuesto en ellos.
La combinación de adulación y dinero los lleva a creer que realmente son seres superiores, convirtiéndose en pequeños caciques, lanzados a satisfacer su apetito material (coches, ropa, casas) o sexual. Igual que los "Rock Stars", sus primos hermanos en la industria del entretenimiento, como alguna vez apuntó John Carlin.
¿Cómo hacer para que estas inversiones resulten rentables, o que por lo menos no acaben en pérdidas catastróficas? La respuesta forzosamente gira en la figura del entrenador que, junto a sus dirigentes, en teoría deben dominar la gestión del recurso humano.
De cara a este torneo, a diferencia del Monterrey, los Tigres optaron por respaldar a Ricardo Ferretti y transferir a los oligarcas apapachados por la tribuna, pero que de lunes a viernes abusaban de su impunidad.
No dudo que con esta medida se hayan refrescado las condiciones internas, pero haciendo a un lado las circunstancias de los que se fueron, desde la tribuna, el equipo -por lo menos frente al América- volvió a mostrar las mismas deficiencias de siempre.
La película del pasado sábado la he visto más de 30 veces. El visitante no se vuelve loco por tener la pelota. Es más, sabedor de que los Tigres son poco imaginativos para resolver los espacios reducidos, optan por tirarse atrás para ofenderlos en largo y, con un esporádico acierto, desmoronar la perspectiva del conocido local.
El problema lo podemos centrar en la poca aceleración para eliminar las primeras dos líneas rivales; porque cuando el equipo de Ferretti arriba al último tercio de la cancha, invariablemente aun lo aguardan de ocho a nueve adversarios.
Si el "Tuca" quiere mejorar el desempeño de su equipo, aparte de cambiar jugadores, también debe depurar su estrategia.
En el otro lado de la Ciudad, los jugadores consagrados del Monterrey siguen mostrando una irregularidad misteriosa. Si Dorlan Pabon aun no estaba para jugar 90 minutos, ¿por qué lo hizo en el partido de media semana y fue Suazo el que salió desgarrado?
Por más equivocado que esté Barra, el equipo no se puede portar como lo hizo en Veracruz. La destitución de Alberto Aguilar podría ser el reflejo de un vestuario en ebullición. ¿No cree usted?
PD. "Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder", Pitaco de Mitilen, gobernante griego.
Lo escrito, escrito está.
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