Histórica resultó la actuación de la delegación mexicana en los Juegos Panamericanos de Lima.
Grandiosos deportistas que están lejos de recibir el apoyo indispensable para perseguir sus sueños, colmaron de medallas al equipo entero para así ubicarlo en un sorprendente tercer lugar, sólo abajo de Estados Unidos y de Brasil; y por encima de los demás, incluidas dos verdaderas potencias deportivas como lo son la canadiense y la cubana.
Pero como suele suceder en estos casos, mientras unos se ganan el oro, la plata o el bronce... otros enseñan el cobre.
Ana Gabriela Guevara, una de las más grandes deportistas de México para el mundo, como Directora General de la CONADE cometió el error de "colgarle" una medalla al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
En un País tan polarizado, con la ridiculez implícita en términos como "chairo" o "fifí", cabe en este punto hacer (a manera de paréntesis) una aclaración más o menos pertinente: Se puede perfectamente haber votado tres veces por AMLO y seguir creyendo que era y es la mejor alternativa posible, y sin embargo cuestionar o criticar algunas de sus decisiones, declaraciones o posturas.
Como ciudadano, al votar por alguien le manifiestas tu confianza pero no le extiendes patente de corso; ni se te ocurre hacerlo si te sabes inscrito en una sana democracia, o a ello aspiras.
Bienvenidos estos nuevos tiempos en los que el Presidente dejó de esconderse en Los Pinos para, ahora sí, dar la cara y transparentar su mandato, en el empeño de decir lo que se hace y hacer lo que se dice; para tratar de empatar los dichos con los hechos como primer paso para corregir el rumbo de este desencaminado País.
En aras de esa flamante transparencia y como elemental acto de honestidad, a muchos nos hubiera encantado que al recibir la susodicha medalla -por más simbólica que sea- López Obrador hubiera aclarado que solamente estos ejemplares deportistas mexicanos merecen colgarse medallas como ésa, que sólo de ellos ha sido el inconmensurable mérito, que los distintos gobiernos y desgobiernos han estado desde siempre en deuda con nuestro deporte, y que él se encargará de buscar la solución a ese rezago como busca transformar las cosas en otros ámbitos.
Con el debido apoyo para los deportistas de alto rendimiento, con la auténtica promoción de la práctica del deporte no para ganar medallas sino para alcanzar la mente sana en el cuerpo sano, y con más empresarios como Carlos Bremer -por mencionar al mejor de los ejemplos en ese rubro- se puede aspirar a un deporte mexicano en el que magníficos logros como éste dejen de ser muy aisladas excepciones.
Para lograrlo, primero hay que erradicar esa vergonzosa costumbre de los gobernantes de utilizar al deportista ganador para el propio lucimiento sin haber hecho nada para que ganara.
En lugar de lucirse con la foto y colgarse la medalla, ayudar en serio, trabajando como se debe.
Que por favor así sea.
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