Se juega la Jornada 7 y la mayoría de los equipos sigue sin saber a qué jugar... o sin dominar su juego.
Como en cada torneo, la inconsistencia es la regla, por esa mayoritaria incapacidad de garantizar un mínimo de rendimiento de partido a partido.
Incluso dentro de un mismo encuentro la irregularidad aflora, con equipos tan capaces de ofrecer 35 minutos brillantes, como de desaparecer de la cancha durante los restantes 55.
Irregularidad de la que -por supuesto- no está exento equipo alguno en el mundo entero (y si no pregúntenle al Real Madrid, al Bayern Múnich, al Manchester United o al Barcelona), pero que en nuestro mexicano futbol alcanza incomprensibles niveles.
Equipos que con total desparpajo, sin el menor rubor, transitan semana a semana de las magníficas exhibiciones a las deplorables actuaciones, y que en un mismo partido no logran sostener un funcionamiento estable.
Es cierto que en el futbol siempre haces y dejas de hacer en función del adversario que tienes en frente, pero por favor no exageren.
Lo que el rival en turno puede y debe cambiar es la forma en la que planteas cada partido, los detalles que ajustas para capitalizar sus debilidades e inhibir sus fortalezas; pero no la esencia de tu juego ni la convicción para desplegarlo.
Modificas la estrategia, pero no tienes por qué modificar tu nivel de rendimiento. Te adaptas a las circunstancias de cada partido, pero esgrimiendo y enarbolando siempre los argumentos que dominas y las herramientas que posees; o que deberías dominar y poseer si el trabajo fuera el adecuado y la dosis de profesionalismo la necesaria.
Como en muchos casos no lo son, la mayoría de los competidores navega en el mar de la irregularidad en su desempeño; y algunos apenas flotan.
Al acercarse a la mitad de la fase regular de este torneo, entre las honrosas excepciones están equipos como el Santos-Laguna y el León, que hoy en la noche se enfrentan en la cancha del segundo, en el más atractivo de los duelos de esta jornada. Y más o menos el América y los Tigres, a reserva de lo que ambas poderosas escuadras hayan hecho y dejado de hacer al cumplir con sus respectivos compromisos de ayer.
Ni siquiera el Querétaro -ejemplar por lo mucho que ha hecho con lo poco que tiene- puede presumir de consistencia en su juego; y ya no digamos el Monterrey, el Cruz Azul, el Necaxa, el Toluca, el San Luis, el Morelia, los Xolos, el Pachuca, los Pumas o las Chivas. Todos incapaces de rendir siempre (o por lo menos casi siempre) acordes con el potencial que cada uno tiene.
Los que tienen mucho lo desperdician, y los que tienen poco no lo aprovechan.
Equilibrio de fuerzas, claro, pero también de debilidades; y sobre todo, de inconsistencias.
Futbol hecho en México... y jugado así.
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